El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria es el número 16 de la colección BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid), dirigida por Mireia Sentís y José Luis Gallero, en el que ya han aparecido algunos de los autores más significativos de la literatura afroamericana: Ishmael Reed, June Jordan, Langston Hughes, James Yates, Jean Toomer, David Levering Lewis, Elaine Brown, Angela Y. Davis, William Wells Brown, Debra J. Dickerson, Toni Morrison, Jesmyn Ward, James Baldwin... Y títulos que afrontan el tema del racismo y la negritud como Fragilidad blanca, de Robin DiAngelo, o este que presentamos del burkinés Bassidiki Coulibaly, del que presentamos un breve extracto:
Desde la antigüedad griega (los escritos de Heródoto lo atestiguan), el «problema negro» ha estado omnipresente en un Occidente al que todavía le cuesta ver a la humanidad en otros términos que no sea «blanco» y «no blanco», «los blancos» y los otros, cuya norma es «los negros», «lo blanco» y «los blancos». Al color blanco como referencia absoluta de lo bello, el Bien, lo justo, lo normal, la inocencia, lo inteligente, Dios y todo lo que es positivo según las creencias, Occidente no ha dejado de contraponer radicalmente el negro como el color de la patología, el luto, el Mal, lo anómalo, lo injusto, lo feo, el pecado, el Diablo, etc. Los turistas y los viajeros de la civilización occidental han llevado con fervor, han portado con orgullo y arrogancia, este prejuicio maniqueo —antes y después de Mani— por mar, tierra y aire desde la antigüedad griega hasta nuestros días. Al trasladar la pésima prensa de lo «negro» a «los negros», los occidentales encontraron de una vez por todas los fundamentos ideológicos del racismo «antinegro» incluso antes de que «los negros» tuvieran que enfrentarse a ellos. Así, antes del encuentro entre el «mundo negro» y el «mundo blanco», «los negros» fueron prejuzgados, juzgados y condenados. Solo quedaba ejecutar la sentencia yendo al encuentro de los condenados, allá donde se encontraran, es decir, en África.
A partir del siglo xvi, los europeos se invitan a la arrebatiña del continente africano. Esta segunda fase del genocidio de «los negros» ya no se sitúa bajo el alto patrocinio de Alá, sino del muy poderoso y celoso Dios de los cristianos, habiendo legitimado la Biblia durante largo tiempo todas las desgracias de los hijos de Cam, con quienes se identifica a «los negros». [...]
Del siglo xvi al xix, «los negros» no tuvieron la necesidad de esperar al día del Juicio Final para vivir lo peor: la tierra entera es el infierno, pues son expulsados de la gran familia humana por todas las legislaciones del mundo y asalvajados por sus civilizadores, o mejor dicho «descivilizadores», orientales y occidentales. Para «los negros» y sus civilizaciones, sus «descivilizadores» solo tienen un discurso, una única práctica: «Os respetaremos cuando seáis como nosotros». Vale tanto como decir nunca, cuando conocemos el etnocentrismo de unos y otros, vale tanto como decir por siempre jamás cuando conocemos la incapacidad radical de la civilización occidental, impregnada y rezumante de narcisismo, para abrirse, para perder la cabeza en el buen sentido noble de la palabra, para amar al otro. Reinar sobre los otros, oprimirlos con deleite, ser los amos de por vida, tal es la ambición suprema de los occidentales, una ambición que también compartieron los orientales: se llama dominación, se denomina opresión. Y como el filósofo Sartre vio meridianamente, «la opresión es, en el opresor, inseparable del odio que debe sentir hacia el oprimido». De la mala reputación del negro como color al odio a «los negros» como «hombres de color» solo hay una transferencia, que se hizo desde la Antigüedad y que sigue viva hoy en día. Y los opresores se encomiendan a la misión de arrojar el oprobio sobre los oprimidos y, negándoles cualquier derecho al resentimiento, se apuran a acusarlos de odio. Pero hacer creer a la gente que es posible vivir sin odio cuando se es víctima del odio es tomarla por el pito del sereno. Víctimas de opresores de toda calaña en África y fuera de África, «los negros» han perdido la iniciativa, pero no la capacidad de reacción ni de acción: bajo la amenaza de desaparecer por completo de la faz de la tierra, «los negros» han tenido que pagar un precio por seguir en este mundo.
Doctor en Filosofía Política por la Universidad de Paris X Nanterre, organizador de congresos, conferenciante internacional, fecundo ensayista, Bassidiki Coulibaly (Bobo-Dioulasso, Burkina Faso, 1965) es profesor en la Escuela Superior Europea de Intervención Social de la Universidad de Estrasburgo y autor de Sartre ou la conscience souveraine : Critique de l’occidentalocentrisme (2020).
"¿Negro ha dicho?", por Iñaki Urdanibia
«Tanto si se es “negro”, “blanco” o lo que
se sea, hace falta (imperativo y necesidad) reconocer a toda costa el
crimen contra la humanidad del cual “los negros” han sido víctimas
durante doce siglos, y no cuatro como es costumbre creer y enseñar, si
queremos responder en serio a las cuestiones que conciernen a “los
negros”»
La exploración que realiza Bassidiki Coulibaly en su «El delito de ser “negro”»,
publicado en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo es un dechado de
claridad, nada queda en la oscuridad, y todo es enfocado con la luz que
deja escrito negro sobre blanco la realidad de las cuestiones abordadas.
Ya desde los tiempos de Heródoto se consideraba a los
“negros” como seres aparte, consideración que ha persistido a lo largo
de la historia, siendo defendida por los Louis XIV, Colbert, Locke,
Hume, Voltaire, Rousseau, Napoleón Bonaparte, Hegel, Kant, Hitler,
Hungtinton,…y otras celebridades que han pintado a dichos eres como
ajenos a la humanidad plena.
El profesor y ensayista Bassidiky Coulibaly
(Bobo-Dioulasso, Burkina Faso, 1965) se empeña en las páginas de su obra
en «sacar a ciertos individuos del condicionamiento ideológico
(presente por doquier), despertar conciencias individuales de su letargo
intelectual, conseguir que todos los actores de la Historia de la
humanidad miren dos veces las verdades oficiales, y darle a César lo que
del César y a “los negros” lo que es de “los negros”», y con tal fin
rastrea diferentes aspectos de la denotación y la connotación del
término coloreado , y la concepción, que se ha impuesto a lo
largo del tiempo, y con tal fin dirige su mirada, amén de a la historia,
a cierta teoría de los colores que hacen que lo blanco y luminoso sea
lo ideal frente a la denostada oscuridad y negrura.
Son varias las cuestiones preliminares que el
ensayista puntualiza: así la amalgama consideración de “negros” a seres
de muy diferentes tonalidades, orígenes, culturas, etc., como si se
tratase de un todo unido y único, que va desde Lucy –origen común de
todos los humanos- hasta la actualidad. Busca apoyo en Franz Fanon a la
hora de subrayar que el bienestar y progreso de Europa, podría decirse
del llamado Occidente, se ha alzado sobre el sudor y la sangre de los
negros, los árabe, los indios, y los amarillos…deteniéndose en ciertas
formas de interiorización por parte de los oprimidos que han dado por
buena la versión de los opresores llegando hasta el punto de llamarse
entre ellos hermanos, como si así lo fueron dependiendo de su procedencia, cultura, etc.y cercana fraternidad.
El peso de la religión, de las religiones, queda
desvelado tanto en el caso del Islam como posteriormente del
cristianismo, cuya acción y presencia puso en pie una historia falseada
en la que solamente tienen lugar los nombres propios del santoral de
los opresores y de algunos cómplices entre los oprimidos. »El silencio
se impuso por parte de las élites árabes musulmanas y de las élites
negras musulmanas dedicadas a las abluciones, al rezo», y tras tales
rituales litúrgicos, el tiempo para la elaboración de una leyenda dorada.
Todo se ha dado como si se siguiese aquella tajante afirmación de
Hegel, que mantenía que la Historia no había funcionado ni en Siberia,
ni en África, lo que de hecho supuso que, como es hábito, la historia, o
el vacío de ella, haya sido escrita por los vencedores. Así la
versión creada, de todas las piezas, es que no existe verdadera cultura,
que la razón, la tolerancia y otros valores son cosa de gentes ajenas
al continente “negro”., dándose un dominio de una concepción
grecocentrista, frente a quienes han solido defender un cierto
afrocentrismo: helenomanía versus egiptomanía, Moisés versus otras
figuras religiosas, y las creencias como arma de los poderosos, ya sea bajo el nombre de Alá, Dios o Yavé y como forma primera y principal de esclavitud; operación que se dio tanto en Egipto como en la antigua Grecia. Explora Coulibay la diferencia establecida entre lo sagrado y lo profano
que condujo a la imposición de seres del más allá que imponía su ley en
el más acá, usurpando el poder de decidir de los habitantes del último,
no faltando los ejemplos, mártires, desde Sócrates a Bruno, pasando por
la santa Inquisición o las fetuas, como la decretada sobre
Salman Rushdie. Las creencias, incluida la animista, y lo sagrado en
general piden sangre, siempre la han hecho.
La historia de la presencia de la religión musulmana
fue seguida de la cruz del cristianismo, y en el terreno que transitamos
el no-negro, blanco, es el que define al “negro” sin recurrir a ningún
tipo de diferencia o matiz de tono, siguiéndose un criterio de
indistinción que agrupa a seres de Suecia con los del sur hispano, o que
une a cameruneses, con senegaleses o sudafricanos. Se dota por el mismo
acto, de valores a los diferentes colores, y si Dios es luz (para
Platón, el sol y para Plotino el Uno luminoso) abajo está
la oscuridad, arriba lo blanco y abajo, del todo, lo oscuro, lo negro,
es el reino de Satán, de la confusión y el caos; las tinieblas frente a
las Luces, la liberadora Europa conquistando el mundo por el bien de
éste y «el “negro”, el nègre, el black, no sólo es el
otro, es el otro más extremo»; [constatándose tal diferencia de valor
hasta el diferente valor de las notas del solfeo, en donde una blanca
vale por dos negras]. África no sólo es otro continente, es el
continente radicalmente otro para los antiguos griegos y para los
“occidentales” de hoy»…y un continuum de racismo, de
bestialización del otro, cuyo color coincide con el del Mal, y “el
negro” convertido en víctima sacrificial, Luces y Código negro imperando, y en la recámara el Pentateuco.
Sigue la pista, Coulibaly, marcada por Fanon o por los análisis de
Pierre Bourdieu, Vladimir Jankélévitch (sin obviar a Louis Sala-Molins
que introduce la obra y que es autor de un libro necesario: Le Code Noir ou le calvaire de Canaan,
PUF, 1987), señalando el anclaje en las arenas judeocristianas de René
Girard, como ilustración del «narcisismo prometeico de Occidente: el
otro tiene derecho a existir si es el alter de mi ego».
Capítulo aparte merecen los procesos de descolonización y algunas cantinelas que los acompañan, prometiendo la paz bíblica, blanca ella, en lucha contra los descendientes del maldito
Cam (Génesis 9, 21-27)…la exigible fraternidad, la exclusión del odio,
la no-violencia que en tales versiones no supone otra cosa que negar la
legítima defensa, etc., etc., etc. Sin obviar los cantos, huecos, de
sirena del panafricanismo, que refleja de hecho la división establecida
por los árabes y “los blancos”, creando una unidad artificial más allá
de la sangre, la lengua, o la religión; persistiendo en algunos países
el collar como castigo o señalamiento por hablar otro idioma distinto del del colonizador…u otros ejemplos que el ensayista no nos hurta.
Un recorrido en el que abundan las visitas a los
textos religiosos, a los filosóficos (Montaigne, Locke, Rousseau…)y a
algunos “negros” encandilados por los edulcorados mensajes, perdiendo el
culo por asistir a las escuelas de los opresores para recibir sus
buenas lecciones, de sumisión y obediencia…y una y otra vez queda
reiterado el peso y la nefasta huella de las religiones y sus binaria
teoría de los colores…y dos consejos necesarios para concluir: 1)
«Mientras no nos resolvamos a emprender la descolonización del
panafricanismo y de los panafricanistas, el colonialismo, el
neocolonialismo, el poscolonialismo y el resto de ideologías de los
oprimidos [juzgo que debería poner: de los opresores…a pesar de
que tales sean tomadas en préstamo por algunos oprimidos] seguirán
siendo el horizonte infranqueable de los pueblos del mundo entero, con
los “pueblos negros” en primera línea, como de costumbre»; y 2)
«Mientras “los negros” no dejen de confundir el hacerse respetar con
tener que mostrar respeto, mientras “los negros” no se despojen de la
Historia escrita por sus verdugos para apropiarse de su pasado de
víctimas del crimen contra la humanidad, de supervivientes de un
genocidio, mientras “los negros” sigan haciéndose los débiles mentales
con el pretexto de que tienen un color indeleble maldito, mientras “los
negros” sigan jugando a ser “niños grandes”, apalancados como receptores
de educación, lecciones, dinero y civilización, perdurarán las
denegaciones de humanidad que siempre se han cebado con ellos».
Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared