viernes, 2 de junio de 2023

bell hooks y Cornel West: Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente

 

 


Nuestra próxima novedad: Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente, libro dialogado entre dos de los intelectuales afroamericanos más incisivos, bell hooks y Cornel West.

bell hooks presenta así el libro:

Cornel West y yo empezamos a mantener estos diálogos hace más de veinte años en la Universidad de Yale, donde impartíamos clase. De aquellas conversaciones surgió el libro Partiendo pan: vida intelectual negra insurgente. En la dedicatoria, escribí:

Dedico este libro a todos aquellos que comparten el ideal de un amor redentor y transformador entre mujeres y hombres negros, el tipo de amor que se refleja en el trabajo que llevamos a cabo Cornel y yo… Esperamos que nuestro compromiso colectivo con el amor como acción y práctica inspire e impulse una apasionada obra progresista e intelectual en torno a la experiencia negra.

Ya han pasado más de veinte años desde la publicación de Partiendo pan y desde entonces nuestras vidas han cambiado sustancialmente. Por fortuna, tal y como escribe Cornel en el prefacio de Keeping Faith [«Conservando la fe», 1994], hemos mantenido la solidaridad arraigada en los principios de una ética del amor. Dicha ética fundamenta lo que Cornel denomina «crítica profética»:
Ante todo, una indagación intelectual constitutiva de una democracia existencial, esto es, una empresa autocrítica y rectificadora que pregunta por el sentido de las cosas, preservando y expandiendo la empatía y compasión humana.
 

 En un ensayo posterior, Cultural Politics of Difference [«Política cultural de la diferencia», 1995], Cornel postula que la «crítica profética» entiende la desmitificación como la forma más iluminadora de indagación teórica; y declara que «si bien parte de un análisis socioestructural, también establece sus propios objetivos morales y políticos. Es entusiasta, positiva, comprometida y centrada en episodios críticos». En mi obra, así como en mi vida, siempre me ha interesado —y sigue interesándome— la unidad entre teoría y práctica. Siempre he querido vivir de forma íntegra, es decir, en armonía con lo que pienso, digo y hago. Y para mantener esa integridad no solo me he apoyado en mi ética individual, sino también en la solidaridad y la respuesta crítica de colegas afines, colegas que, a su vez, creen que la integridad es un pilar moral y ético esencial de todas las luchas por el fin de la dominación.


bell hooks

 

Cornel West entrevista a bell hooks

Mi compromiso con la vida intelectual reside en una pasión por las ideas y el pensamiento crítico.


 

Esta pasión se originó en mi infancia. De joven era una lectora insaciable y quería saberlo todo. Hoy sigo considerándome una lectora para quien nada está excluido: leo desde literatura infantil, novela rosa, revistas de automóviles y moda, libros de autoayuda y toda clase de ficción barata, hasta teoría económica, sociológica, psicológica, literaria y feminista. Me encanta leer sin ceñirme a ninguna disciplina. Por eso siempre me han sorprendido los profesores universitarios que no muestran interés por la literatura al margen de su propia disciplina. En mi caso, leer de forma transversal ha supuesto un ejercicio decisivo para desarrollar el tipo de pensamiento crítico-especulativo que sirve de fundamento a mi trabajo. En algunos textos ya señalé que la falta de información impide a muchos pensadores hablar y escribir desde un punto de vista inclusivo, es decir, aquel que examina las ideas desde una perspectiva multidimensional y parte de un análisis basado en conceptos como la raza, el género y la clase social. En la medida en que han sido formados para pensar y estudiar conforme a estrechos criterios disciplinarios, muchos profesores y pensadores generan un conocimiento que rara vez aborda la complejidad de nuestra experiencia o nuestra capacidad de conocimiento. Lo que me empujó a la vida intelectual fue una auténtica pasión por el saber. Y es ese anhelo el que de verdad me llevó a sintetizar y yuxtaponer de forma compleja ideas y experiencias que a primera vista podrían parecer inconexas. Cuando hago balance, me asombra el hecho de mantener la misma actitud y compromiso hacia el trabajo intelectual que mostraba en mi infancia. En el ensayo The Significance of Theory, Terry Eagleton postula que los niños son los mejores teóricos, porque no temen transgredir los límites de las ideas aceptadas, y explorar y descubrir nuevas maneras de pensar y de ser. De pequeña, mi interés por el mundo de las ideas estaba íntimamente ligado a mis esfuerzos por curarme. En vista de que me crie en una familia marcadamente disfuncional, en la que sufrí heridas psicológicas —y, en alguna ocasión, incluso físicas—, lo que levantó mi ánimo y me dio fuerzas para seguir adelante fue mi inclinación hacia el mundo de las ideas. Gracias a esta actitud y el consiguiente desarrollo de una conciencia crítica, logré tomar distancia de la situación familiar y mirarme a mí misma, a mis padres y a mis hermanos desde una perspectiva analítica. Ello me ayudó a comprender la historia y las experiencias personales que se hallaban en la raíz del comportamiento de mis padres. Así pues, la originalidad de mi relación con la teoría estriba en que mi propia vida da fe del poder del pensamiento crítico. Al sumar a mi pasión por las ideas una vívida imaginación, encontré en el mundo de la escritura creativa un espacio para la trascendencia, una manera de sanar. A diferencia de muchos niños de familias desestructuradas que crean amigos imaginarios para no desfallecer, descubrí muy pronto que la intensa práctica creativa de la lectura y la escritura me embarcaban en un alentador e inspirador viaje a través de la imaginación. Empecé a escribir poesía a los diez años y publiqué mis primeros poemas en la revista de la escuela dominical. Gracias a ese temprano punto de apoyo adquirí un fuerte sentimiento de autoestima y comprendí que mi voz era importante, pues me permitía articular mi visión y compartirla.

«Cornel West entrevista a Bell Hooks», en Partiendo pan. Vida intelectual negra insurgente, p. 149-151.

 

 

sábado, 13 de mayo de 2023

Mahmud Darwish: El poeta troyano


 

En estas conversaciones, se desgranan severas observaciones políticas, no exentas de mordacidad o de autocrítica cuando es el caso. Darwish no rehúye hablar de la actualidad política. La suya es una poética de la presencia de Palestina contra el poder de los mitos y los tanques israelíes que, con suerte, concede al poeta ser «palestino» pero no «de Palestina». Lo dejó dicho en un verso memorable: «Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina».
Darwish, que nunca negó que en sus inicios cultivara la poesía de resistencia, reclamó su derecho a una evolución hacia posiciones de universalidad poética. Lo cual, por otra parte, y según su pensamiento, le permitía expresar mejor la tragedia palestina. Si el derecho al fin de la Ocupación y el retorno son parte inseparable del derecho universal a la libertad y la justicia, para Darwish escribir sobre el amor o la belleza refuerzan la humanidad del ser palestino y lo preservan de la contingencia histórica, que lo empuja a la extinción.

Luz Gómez

 

 


Marina Landa – Espacio Público

El poeta troyano. Conversaciones sobre la poesía reúne cinco entrevistas que Mahmud Darwish, en su madurez, concedió a diferentes medios. En su prólogo, Luz Gómez, editora y traductora del libro, nos advierte de que existen numerosas entrevistas de Darwish en sus inicios y en la etapa de madurez, pero guardó “un premeditado silencio, casi total en su periodo medio que coincide con los años de su exilio en Beirut, Túnez y finalmente en París”. El regreso a Palestina, tras los Acuerdos de Oslo, dio inicio a una nueva etapa de su vida y de su poesía, a la que corresponden las entrevistas aquí seleccionadas. “La entrevista —continua la prologuista— es un género temerario. La frescura y la sinceridad casan mal con la cautela y la prudencia necesarias. Darwish supo llevar a su terreno el género y desgranar sus intereses mayores: lo poético y lo político, lo personal y lo colectivo”.

A través de estas conversaciones, Darwish va desgranando su poética, que ha ido evolucionando a lo largo de su dilatada obra, desde una poesía de resistencia a una poesía que reclama su lugar en la universalidad poética, que, a su parecer, le permite expresar mejor la tragedia palestina. Deslindar lo político de lo poético, lo personal de lo colectivo sin renegar de nada.

A la pregunta de Abdo Wazen en “Nacimiento a plazos” —la más larga de las entrevistas que recoge el presente volumen— de si París, ciudad en la que el poeta vivió exiliado durante diez años, fue decisiva para darlo a conocer, Darwish responde: “No sé. Lo que sí sé es que en París tuvo lugar mi verdadero nacimiento poético. Si tuviera que destacar algo de mi poesía, casi todo con lo que me quedaría lo escribí en París, durante los años ochenta y primeros noventa. Allí tuve la oportunidad de pararme a pensar y reflexionar sobre la patria, el mundo, las cosas, poniendo cierta distancia, una distancia iluminadora”.

Más adelante, refiriéndose a su retorno a los Territorios Ocupados de Palestina, dice: “Así que tomé la segunda decisión más arriesgada de mi vida: tras la salida, el retorno. Salir y retornar son los dos pasos más difíciles que he tenido que dar. Elegí Ammán porque está cerca de Palestina y porque es una ciudad tranquila de buena gente. Allí puedo hacer mi vida. Cuando quiero escribir, me marcho de Ramala y aprovecho para estar solo en Ammán”.

En Ramala, Mahmud Darwish siguió dirigiendo la revista Al-Karmel, cuyos archivos fueron destruidos por el ejército israelí durante el asedio de la ciudad en el año 2002.

Wazen alude a La cama de la extranjera, “un libro de amor muy hermoso”, cito literalmente, uno de los poemarios de su etapa final, en el que parece que Darwish consigue acabar con la idea de que en su poesía la mujer es la tierra, o la amada, la patria. “Es peligroso andar siempre aferrándose a los símbolos. La mujer es un ser humano y no un medio para expresar otras cosas. La rosa es un ser vivo sublime y no tiene por qué simbolizar la herida o la sangre”, contesta Darwish, y prosigue:

La identidad de ser humano del palestino precede a su identidad nacional … El palestino es un ser que ama, odia, disfruta de la primavera, se casa… Igual pasa con la mujer, que significa otras cosas que no son la tierra. Por más bonito que sea que la mujer encarne la existencia entera, lo primero es que tiene su personalidad como mujer.

Cuando a raíz de la publicación de La cama de la extranjera se me echó encima la crítica, que me acusó de haberme desentendido de la causa palestina, les respondí que al contrario, que este libro profundizaba en esa dirección. Que escribir sobre el amor representa una dimensión esencial de la resistencia cultural, y que si somos capaces de escribir sobre el amor o la existencia, la muerte o el más allá, nuestros valores nacionales y nuestra identidad salen reforzados. No somos una arenga política, no somos un panfleto. Como he dicho y repetido en más de una ocasión, ser palestino no es una profesión: por más que el palestino luche y defienda su tierra y sus derechos, ante todo es un ser humano.

En la entrevista que cierra el libro, “La estética de la desesperación”, Darwish confiesa a Dalia Karpel, del diario israelí Haaretz: “La situación actual es la peor que quepa imaginar. Los palestinos son la única nación en el mundo que sienten con certeza que el día de hoy es mejor que los días venideros. Mañana siempre trae una situación peor”.  Estas palabras fueron pronunciadas en julio de 2007, pocos días antes de un recital histórico en el Auditorio Monte Carmelo de Haifa (Israel en la actualidad), y parecen proféticas: en marzo de 2023 la situación de Palestina empeora irremisiblemente, el día de hoy es, lamentablemente, mejor que los días venideros.

 

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