ENTREVISTA EN BABELIA / EL PAÍS
EN PORTADA / JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS / PARÍS 27 DE OCTUBRE DE 2014
Adonis define la poesía como
"lo contrario de la religión" y critica una confesión "sin
cultura"
Candidato al Nobel, el poeta
sirio lanza un libro sobre México y reedita 'Epitafio para Nueva York'

Adonis no cree en Dios, pero vive
cerca del cielo, en una torre de 37 plantas de La Défense, el barrio financiero
de París. No parece el ambiente típico para un poeta. “Antes de instalarme en
este apartamento pasé por casi todos los distritos”, explica señalando por la
ventana la ciudad en la que vive desde hace casi tres décadas. “Aquí hay más
luz, menos contaminación… Parece Manhattan, ¿verdad?”.
El poeta sirio Adonis en su casa de París durante la entrevista. / Mousse
Su última obra, Zócalo, publicada en francés antes que en árabe, aparecerá en unos días en español traducida por Clara Janés. Esas prosas poéticas nacieron en un viaje a México durante la primavera de hace dos años, pero se hace difícil leer páginas tan llenas de dioses, sacrificios y sangre sin pensar en otra primavera, la árabe, aquel dominó de revueltas que empezaron admirando al mundo en Túnez a finales de 2010 y, desbordado por los extremismos, ha terminando espantándolo en Irak y Siria a manos del llamado Estado Islámico. En ese tiempo, Adonis hizo dos cosas que le ganaron un alud de críticas: sostener que la primavera árabe no era una revolución y escribir, en 2011, una carta abierta al presidente sirio, Bachar El Asad, pidiéndole que dialogara con la oposición. “Tibio” fue lo más suave que le dijeron. Más tarde escribió reclamando que dimitiera por la represión desencadenada bajo su mando. “Lo que yo pretendía con aquella carta”, explica el escritor, “era evitar la destrucción del país y que cambiara un régimen fundado en un golpe de Estado y en el partido único. Desgraciadamente los políticos no escuchan a los poetas”.

—¿Por qué no era una revolución
la primavera árabe?
—Porque una revolución debe tener un discurso, y no lo
había: los opositores jamás hablaron de laicidad, de liberación de la mujer, de
cambiar la ley coránica. ¿Qué revolución es esa? Solo querían cambiar de
régimen, y cambiar de régimen no sirve de nada cuando permanece la misma
mentalidad. Los árabes tienen que hacer su revolución interior, es decir,
repensar la religión a la luz de la modernidad y separar lo religioso de lo
cultural, político y social para que se convierta en una creencia individual.
En Europa se hizo esa revolución y se separó el Estado de la Iglesia, que en la
Edad Media era peor que los musulmanes de hoy. Yo no tengo nada contra la
religión como fe individual, pero estoy contra una religión institucionalizada
e impuesta a toda una sociedad. Hay que anular las diferencias entre
confesiones. El reto es, por ejemplo, que en Egipto los cristianos coptos
tengan los mismos derechos que los musulmanes.
Collage realizado por Adonis en
1993.
—No está mal Túnez, un país más homogéneo, sin minorías, dicho sea de paso. Allí hay cierto diálogo. Pero se han destruido países enteros: Libia, Siria, Irak. ¿Para qué? Para nada, para resucitar viejas nociones religiosas. ¡Se vuelven a usar palabras de hace quince siglos! Se ha producido una regresión vergonzosa, humillante. El islam actual es una religión sin cultura. No hay más que ritos y leyes. No hay un solo pensador. Y cuando surge alguno, se le rechaza.
Adonis dice desconfiar de “toda revuelta que salga de una mezquita con proclamas políticas”, pero extiende su desconfianza a las soluciones salidas de los despachos de Estados Unidos o de Europa. ¿Occidente no se ha interesado por la oposición laica? “Los políticos occidentales, no Occidente, no quiero generalizar”, responde. “Desgraciadamente, los políticos no se interesan de verdad por los árabes, los ven como fuente de riqueza —el petróleo— y como espacio estratégico. No se interesan por las fuerzas progresistas aunque sean, es cierto, poco numerosas. Lo que hacen las intervenciones extranjeras es revitalizar las fuerzas oscurantistas en el mundo árabe. Lo emponzoñan todo. Cuando uno compra y arma a unos supuestos combatientes, a una supuesta oposición, inventa un ejército de mercenarios. El Estado Islámico es una creación de Arabia Saudí y Estados Unidos. Ahora tienen que combatir a aquellos a los que armaron ellos mismos”.
Como en el caso de Egipto, dice resignado, en Siria toca elegir el mal menor y combatir al Estado Islámico. Partidario acérrimo de la laicidad, más de una vez ha expresado sus dudas hacia eso que suele llamarse islam moderado: “No existe. Es una expresión política. Lo que hay son musulmanes moderados. Y son pocos. Hay un islam y una interpretación que es ideológica. En eso es como los otros monoteísmos: hay un profeta que es el último y que transmite verdades últimas. Dios lo ha dicho todo y el hombre debe obedecer. En el monoteísmo el otro no existe. No se le reconoce como parte de la búsqueda de la verdad porque la verdad ya la tengo yo. La base de nuestros problemas no es el islam como religión, es la visión monoteísta del mundo. Por eso es necesario separar la religión del Estado. No habrá democracia mientras eso no cambie. No hablo de democracia como sistema perfecto, sino como reconocimiento del otro. Y de reconocimiento no como tolerancia, porque la tolerancia esconde un aspecto racista: yo te tolero porque tengo la verdad y te dejo hablar. El ser humano exige la igualdad. El monoteísmo es antidemocrático”.
"La base de nuestros problemas no es el islam como religión, es la visión monoteísta del mundo.
El monoteísmo es antidemocrático"
Autor de una veintena de libros de poemas y de varios ensayos de literatura y política, Adonis tiene tanta fe en la poesía como poca en la religión. Una y otra, dice, están en los antípodas porque “la gran poesía siempre es laica. La poesía es la pluralidad, la unidad de los contrarios. Es lo opuesto a la religión incluso en términos históricos: en nuestra historia de musulmanes no ha habido ni un solo gran poeta que fuera creyente. Nunca”. ¿Ni los místicos? “Son un caso aparte”, responde un autor que ha dedicado a las relaciones entre sufismo y surrealismo una obra de referencia. “Cambiaron la noción de realidad y de Dios. Por eso se les rechazó. Para el monoteísmo Dios es una fuerza que dirige el mundo desde el exterior, para el misticismo es inmanente, forma parte del mundo. Dios es el mundo”.
—¿Usted cree en Dios?
—No. Creo que en el mundo hay algo misterioso y que hay que estar atentos a ese misterio. De ahí la actitud de cuestionarse las cosas. Llame a eso como quiera, pero no soy creyente. Soy arreligioso. La religión es una ideología y toda ideología es falsa.
—¿Y recuerda cuando era creyente?
—Sí. Mi padre lo era. Era agricultor, pero conocía bien la cultura clásica. Nunca me dijo haz esto, esto no lo hagas. Siempre me decía: “Decidir, hijo mío, es fácil. Todo lo que quiero de ti es que piensen bien, que vuelvas a pensar bien y que luego decidas”.
—¿Y su madre?
—Era analfabeta. Era pura naturaleza, como un árbol, una fuente, una estrella.
—¿En su casa se seguía la ley islámica?
—No. La ley estaba, pero yo nací en una comunidad chií, no suní. Era más abierta. La comprensión individual tenía su espacio. Las mujeres, por ejemplo, no usaban velo.
—¿Usted está contra el velo?
—Totalmente.
—¿Es una imposición o un derecho?

Cuenta Adonis que hasta su madre terminó llamándole así: Adonis. Su nombre civil es Alí Áhmed Said Ésber. No ha faltado quien diga que eligió un seudónimo “blasfemo”, por pagano, para provocar —“hay ignorantes en todas partes”—, pero la verdad es que acababa de leer la historia de ese mito griego cuando buscaba un alias para enviar sus poemas a una revista que siempre se los rechazaba.
Dibujo de Adonis, 1913
Acertó. La audacia parece haber marcado su vida. Nacido en 1930 Al Qassabin, una aldea del norte de Siria, con 13 años recitó un poema de su cosecha delante del presidente del país, de gira por la comarca. Cuando este le ofreció una recompensa, el muchacho respondió: “Ir a la escuela”. Siete décadas después, el escritor lo cuenta como si le hubiera pasado a otro, aunque recuerda con admiración la buena memoria de aquel niño: “Me sabía la poesía árabe completa, el Corán, todo. ¿Ahora? Se me ha ido olvidando. Hay que olvidar para crear. Uno de los problemas de los árabes es que viven en su memoria, no en la vida”.
Adonis afirma sin dudar que no tiene miedo de decir lo que dice, pero reconoce que lo tuvo. Por eso se marchó de Siria en 1956, después de pasar un año en la cárcel por criticar al régimen. “Pasaba como con el monoteísmo: un partido único [el Baaz] con una ideología laica, pero racista. Según la Constitución, el presidente de la República siria debe ser musulmán. Un partido verdaderamente laico no hace algo así”. Al salir de la cárcel se marchó a Líbano. Sin papeles, convertido en apátrida. En el país vecino había una rama de su familia —“en el fondo son el mismo país”— y no le fue difícil obtener la nacionalidad libanesa, que todavía conserva. Pasó veinte años sin poder volver a su pueblo. Por eso dice que nació tres veces: en Al Qassabin, en Beirut y en París. En Líbano nacieron sus dos hijas y él se convirtió en uno de los modernizadores de la poesía árabe abriéndola a la vanguardia universal y a formas como el poema en prosa y el verso libre.
Pistas para
llegar a Adonis
Zócalo.
Traducción de Clara Janés. Vaso Roto. San Pedro Garza García (México) / Madrid
(España), 2014. El próximo 6 de octubre se publica en español este último libro
del poeta sirio. Lo escribió en 2012 a raíz de un viaje a México. El pasado
prehispánico y figuras como Trotsky y Octavio Paz atraviesan un conjunto de
poemas en prosa que a veces transportan al autor a su propio pasado
mediterráneo.
Árbol de Oriente. Antología
poética, 1957-2007. Edición de Federico Arbós. Visor. Madrid, 2010. Esta antología es la mejor
puerta de entrada el universo de Adonis. Contiene una buena muestra de toda su
obra y un completísimo prólogo de Arbós. “Bajo mis penas tengo una ciudad”,
dice una línea de ‘Este es mi nombre’. Bajo las 450 páginas de este libro hay
un mundo entero.
Epitafio para Nueva York. Traducción de Federico Arbós.
Nórdica. Madrid, 2014. Publicado originalmente en 1971, otro viaje, esta vez a
EEUU, dio lugar a un homenaje a Lorca y Walt Whitman. También a una dura
crítica al militarismo estadounidense y al capitalismo simbolizado por Wall
Street. En esta edición se le han sumado los poemas largos ‘Garganta de piel
roja’ y ‘Paseo por Harlem’, escritos en los años 90.
Historia desgarrándose en cuerpo
de mujer. Traducción de Rosa Isabel Martínez Lillo. Huerga y Fierro. Madrid, 2012.
Poema polifónico que reelabora la leyenda de Agar, la esclava con la que
Abraham tuvo a Ismael, padre mítico de los árabes. Madre e hijo terminaron
expulsados de la casa del profeta. En sus versos, Adonis reivindica la dignidad
de una mujer que se niega a ser “mitad útero y coito. / El resto, perfidia”.
Sufismo y surrealismo.Traducción de José Miguel Puerta
Vílchez. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Guadarrama, 2008. ¿Qué
pasaría si leyésemos a Rimbaud como si se tratara de un sufí oriental? Algo así
hace Adonis, que subraya la revolución que, trascendiendo la mera literatura,
supuso para nuestra visión de la realidad la obra de poetas y místicos.
Después de publicar títulos como Canciones
de Mihyar el de Damasco o Libro de las huidas y mudanzas por los climas
del día y de la noche, la invasión israelí de Líbano dio lugar al
descarnado Libro del asedio. En 1985 se marchó a París: “No había nada
que hacer en Beirut. Todo estaba destruido, incluida la universidad en la que
era profesor de literatura”. En Francia ha seguido escribiendo poemarios ya
clásicos en la literatura contemporánea como el monumental El Libro —la Ilíada de las letras árabes para
algunos— o Historia que se desgarra en un cuerpo de mujer, una versión
feminista, erótica y crítica de la leyenda de Agar, concubina de Abraham y
madre de Ismael, padre mítico de los musulmanes. “Sí, es una versión antirreligiosa”,
reconoce Adonis. “Un profeta que destierra a su mujer y a su hijo y los
abandona en el desierto. ¡Un profeta! ¿Nadie se pregunta por qué?”.
Los integristas piden
recurrentemente que se quemen sus libros. La última vez, hace unos meses en
Argelia. Él lo sabe pero no calla: “No creo hacer mal a nadie. Expreso mis
ideas. Si no, siento que no existo”. No duda siquiera cuando se le recuerda que
se empieza quemando libros y se termina quemando escritores. O intentando
quemarlos. Baste pensar en la fetua contra Salman Rushdie: “Lo de Rushdie fue
más algo político que religioso, causado por una crítica suya a Jomeini. Su
libro reproducía algo ya dicho. Mucha gente ha hablado más radicalmente que él
y no ha pasado nada. ¿Que la mayoría de los que querían matarlo no lo habían
leído? Eso es la ignorancia. Por eso digo que hoy el islam es una religión sin
cultura. Rushdie tenía todo el derecho a hacer lo que hizo”. ¿Y los
caricaturistas que dibujaron a Mahoma? “También. Pero hay que saber
con quién se discute. No se habla igual a un niño que a un profesor. Los periodistas
tienen derecho a dibujar lo que quieran, pero deberían tratar de no humillar a
la gente. Si uno busca la verdad, debe estar a la altura de la verdad. Insultar
es fácil, pero no sirve para nada”.
En unos días se concederá el
Premio Nobel. Adonis figura en todas las quinielas desde hace años, pero, como
era de esperar, él dice no pensar en eso. ¿En qué piensa? “En cómo escribir
poesía. Y en cómo poetizar el mundo. Por eso hago collages, para
prolongar la poetización del mundo. Sin poesía, el mundo se muere de frío, de
cerrazón. Los tres pilares del universo son el amor, la amistad y la poesía. El
resto es comercio”. Sabe de qué habla: vive rodeado de multinacionales. El
barrio le gusta. El mundo, algo menos.
ADONIS, UN POETA EN EL MUNDO DE HOY 10 tesis sobre las rebeliones árabes
Primera tesis:
¿Qué perderían los árabes hoy si
desaparecieran todos sus regímenes?
La respuesta a esta pregunta define ya el
valor y nivel de dichos regímenes. Lo más probable es que la inmensa mayoría de
los árabes contesten: no perderíamos nada.
No obstante, esta misma respuesta es la que convierte a la acción por cambiar dichos regímenes en una suprema responsabilidad histórica, tanto cultural como humana. Sobre todo, el cambio no debe reducirse únicamente al aspecto político-de poder, sino que ha ser global y radical, es decir, que transforme la estructura socio-cultural sobre la que se levantan dichos regímenes. El régimen político es parte de un todo, por lo que un mero cambio en cuanto poder, y nada más, no será más que una acción superficial, y nos devolverá, más pronto o más tarde, a los mismos problemas.
La verdad es que la cuestión del poder ha sido, a lo largo de la historia de los árabes, su principal problema. La lucha por el poder fue siempre la causa de sus confrontaciones y guerras intestinas, y hasta de sus múltiples cismas y sectas. En ellos, el poder no emana de la gente como expresión de la voluntad popular, sino que viene de arriba, por lo que la violencia, el odio y la coacción son elementos consustanciales, casi orgánicos, de dicho poder.
Esto no quiere decir que los árabes no hayan conocido califas y gobernantes con realizaciones culturales y civilizadoras importantes. Pero, esto tampoco niega el carácter básico y fundamental que la lucha por el poder tiene en la historia de los árabes.
Existen muchos ejemplos, empezando por las guerras intestinas del islam, ya en la época fundacional, la de los califas ortodoxos [los cuatro primeros], y pasando por las épocas omeya y abasí, sin olvidar el clamoroso ejemplo ofrecido por al-Andalus. Luego, con la caída del califato otomano, el poder árabe recupera el modelo del califato con nombres y formas diferentes: «realeza», «democracia», «república», «liberalismo». Y los ejemplos de alianzas realizadas en el islam para preservar el poder, incluso con los enemigos del islam, son abundandes y bien conocidos por todos los interesados.
Dentro de esta obsesión por el poder, hemos visto, y vemos, especialmente a «grandes» potencias extranjeras, apoyar a este o aquel gobernante árabe para que asegure sus intereses, y a pesar de ser conscientes de la corrupción del gobierno en cuestión. Y cuando ven que la poltrona de ese poder árabe empieza a zozobrar, las mismas potencias se apresuran a desprenderse de él. Y hasta puede que intervengan militarmente para derribarlo. Para ellas, lo importante es participar en el juego del poder árabe con una sola finalidad: garantizarse el dominio sobre tal poder.
Palestina es una trágica muestra de la obsesión de los árabes por el poder. Los partidos palestinos, «revolucionarios» en origen, y coincidentes todos ellos en el principal objetivo de su razón de ser y en que se enfrentan a un mismo y crucial peligro, son dirigidos ante todo, sin embargo, por la idea del poder, por la lucha por el poder. Agreguemos que los problemas derivados de la lucha destructiva por el poder dentro del mismo partido, desde mediados del pasado siglo xx, no han sido, por su significado y consecuencias, menos peligrosos que los problemas generados por la lucha con el exterior colonialista (el Yemen democrático, Irak y Siria, son ejemplos de ello, aunque no los únicos).
No obstante, esta misma respuesta es la que convierte a la acción por cambiar dichos regímenes en una suprema responsabilidad histórica, tanto cultural como humana. Sobre todo, el cambio no debe reducirse únicamente al aspecto político-de poder, sino que ha ser global y radical, es decir, que transforme la estructura socio-cultural sobre la que se levantan dichos regímenes. El régimen político es parte de un todo, por lo que un mero cambio en cuanto poder, y nada más, no será más que una acción superficial, y nos devolverá, más pronto o más tarde, a los mismos problemas.
La verdad es que la cuestión del poder ha sido, a lo largo de la historia de los árabes, su principal problema. La lucha por el poder fue siempre la causa de sus confrontaciones y guerras intestinas, y hasta de sus múltiples cismas y sectas. En ellos, el poder no emana de la gente como expresión de la voluntad popular, sino que viene de arriba, por lo que la violencia, el odio y la coacción son elementos consustanciales, casi orgánicos, de dicho poder.
Esto no quiere decir que los árabes no hayan conocido califas y gobernantes con realizaciones culturales y civilizadoras importantes. Pero, esto tampoco niega el carácter básico y fundamental que la lucha por el poder tiene en la historia de los árabes.
Existen muchos ejemplos, empezando por las guerras intestinas del islam, ya en la época fundacional, la de los califas ortodoxos [los cuatro primeros], y pasando por las épocas omeya y abasí, sin olvidar el clamoroso ejemplo ofrecido por al-Andalus. Luego, con la caída del califato otomano, el poder árabe recupera el modelo del califato con nombres y formas diferentes: «realeza», «democracia», «república», «liberalismo». Y los ejemplos de alianzas realizadas en el islam para preservar el poder, incluso con los enemigos del islam, son abundandes y bien conocidos por todos los interesados.
Dentro de esta obsesión por el poder, hemos visto, y vemos, especialmente a «grandes» potencias extranjeras, apoyar a este o aquel gobernante árabe para que asegure sus intereses, y a pesar de ser conscientes de la corrupción del gobierno en cuestión. Y cuando ven que la poltrona de ese poder árabe empieza a zozobrar, las mismas potencias se apresuran a desprenderse de él. Y hasta puede que intervengan militarmente para derribarlo. Para ellas, lo importante es participar en el juego del poder árabe con una sola finalidad: garantizarse el dominio sobre tal poder.
Palestina es una trágica muestra de la obsesión de los árabes por el poder. Los partidos palestinos, «revolucionarios» en origen, y coincidentes todos ellos en el principal objetivo de su razón de ser y en que se enfrentan a un mismo y crucial peligro, son dirigidos ante todo, sin embargo, por la idea del poder, por la lucha por el poder. Agreguemos que los problemas derivados de la lucha destructiva por el poder dentro del mismo partido, desde mediados del pasado siglo xx, no han sido, por su significado y consecuencias, menos peligrosos que los problemas generados por la lucha con el exterior colonialista (el Yemen democrático, Irak y Siria, son ejemplos de ello, aunque no los únicos).
Segunda tesis
El régimen existente en cualquier Estado
árabe es, en cuanto mecanismo de poder, una variación del régimen del califato,
según he indicado. Por tanto, no es un simple sistema de gobierno y hombres que
gobiernan, sino, ante todo, una cultura: una cultura en el sentido amplio de
contrapuesta a la naturaleza. Es religión, pensamiento, literatura, arte,
valores, ética, obras, visiones de las cosas. Reducir la oposición a todo ello
exclusivamente a la política, al simple hecho de derribar el sistema en tanto gobierno
o poder, no es más que reducir la propia oposición. Se convierte en mero acto
político: cambiar un sistema de gobierno tiránico y corrupto por otro, del que
se espera que sea menos tiránico y corrupto. Digo «del que se espera», porque
es imposible que el sistema de gobierno sea democrático si no se cambia toda la
estructura socio-cultural. Por
ello, la oposición ha de ser político-cultural y actuar para cambiar los
fundamentos sobre los que se asienta el sistema al que se opone: religiosos,
sectarios, tribales, facciosos. De otro modo, la oposición no será más que otra
forma del poder al que se opone.
Tercera tesis
Hoy, por efecto de las rebeliones
promovidas por las jóvenes y los jóvenes, hoy, más que en cualquier tiempo
pasado, es posible poner las bases de ese tipo de cambio. Un cambio que
permita, a su vez, ponerse a construir una sociedad árabe nueva, una nueva vida
humana árabe plenamente liberada de la cultura del poder del pasado.
El pasado, en todas sus variantes religiosas, políticas y sociales, no es referente. Mirar al pasado como punto de referencia, significa continuar ligados al sectarismo, al tribalismo y a todo lo que nos hace volver atrás. En el pasado, el poder procedía de arriba, como señalé: por herencia, fuese califal o regio, o por el asalto de un grupo sobre otro. El «golpe militar» representa, en la época moderna, la más horrenda, atroz y necia forma de asalto.
Hoy, las rebeliones árabes nos recuerdan que el poder puede construirse desde abajo: desde la calle, la gente y la vida. Y esto es algo completamente nuevo en la vida árabe. Por eso, hay que celebrarlo y preservarlo, apoyarlo, profundizar en sus principios, sumarse a ello. Se trata, eso sí, solo de una «siembra» cuya «cosecha» requiere, para que sea fructífira y creadora, una doble y simultánea lucha contra el ámbito por el que discurre el poder árabe, el de lo medieval-religioso, en sus diversas formas y entrecruzamientos, y contra la cultura que lo instituye e inculca.
Dentro de este marco específico en el que he dicho, y repito, que no acepto ir en una manifestación política que salga de la mezquita con proclamas políticas. La mezquita es un símbolo religioso, y salir de ella en nombre de la política, y con fines políticos, convierte ese símbolo en simple instrumento político. Y estropea, en su esencia, el pensamiento opositor civil, la acción opositora civil, y pone al frente y al mando a la religión y a la religiosidad. No me interesa la oposición si no es civil, si no es ajena a cualquier horizonte religioso.
El pasado, en todas sus variantes religiosas, políticas y sociales, no es referente. Mirar al pasado como punto de referencia, significa continuar ligados al sectarismo, al tribalismo y a todo lo que nos hace volver atrás. En el pasado, el poder procedía de arriba, como señalé: por herencia, fuese califal o regio, o por el asalto de un grupo sobre otro. El «golpe militar» representa, en la época moderna, la más horrenda, atroz y necia forma de asalto.
Hoy, las rebeliones árabes nos recuerdan que el poder puede construirse desde abajo: desde la calle, la gente y la vida. Y esto es algo completamente nuevo en la vida árabe. Por eso, hay que celebrarlo y preservarlo, apoyarlo, profundizar en sus principios, sumarse a ello. Se trata, eso sí, solo de una «siembra» cuya «cosecha» requiere, para que sea fructífira y creadora, una doble y simultánea lucha contra el ámbito por el que discurre el poder árabe, el de lo medieval-religioso, en sus diversas formas y entrecruzamientos, y contra la cultura que lo instituye e inculca.
Dentro de este marco específico en el que he dicho, y repito, que no acepto ir en una manifestación política que salga de la mezquita con proclamas políticas. La mezquita es un símbolo religioso, y salir de ella en nombre de la política, y con fines políticos, convierte ese símbolo en simple instrumento político. Y estropea, en su esencia, el pensamiento opositor civil, la acción opositora civil, y pone al frente y al mando a la religión y a la religiosidad. No me interesa la oposición si no es civil, si no es ajena a cualquier horizonte religioso.
Cuarta tesis
Con todo esto, no se hace un llamamiento contra la religión en sí, o contra la religiosidad, sino que se apela a rechazar el uso político y social de la religión.
El derecho del individuo a la fe y a la religiosidad es inapelable. Es un derecho que respeto y defiendo. Mas, la sociedad como un todo no se construye sobre la ciudadanía religiosa, sino sobre una ciudadanía civil.
Solo así se garantizan los derechos humanos, es decir, con independencia del credo, de la pertenencia, del sexo y de la raza; solo de este modo se garantiza el edificio social.
Cualquier uso político de la religión es, en sí mismo, una forma de violencia: no solo contra «el cuerpo», sino también contra «el espíritu». Y es, por ello, la más despreciable forma de violencia ejercida contra el ser humano, ya que afecta a lo más profundo de su ser: a su conciencia, su libertad, su pensamiento, incluso su imaginación.
Quinta tesis
Basándonos en lo precedente, la oposición
debe practicar un discurso que supere los conceptos de «minoría» y «mayoría»,
salvo en el sentido político-democrático de unas elecciones legales y libres. Y
partiendo de aquí, es evidente que no se puede construir la democracia y
respetar los derechos y libertades humanas más que en una sociedad civil. Toda
sociedad en la que se mezcle la política con la religión es de todo punto
contraria a la democracia.
La religión pertenece exclusivamente al mundo privado del individuo, mientras que los derechos de la sociedad y del ser humano son públicos, civiles y sociales. La ley religiosa es, en sentido estricto, asunto del individuo religioso, no de la sociedad. Por tanto, oponerse a cualquier forma de interrelación entre la religión, de un lado, y el Estado y las instituciones sociales, sus políticas, artes y cultura, de otro, es absolutamente elemental. Carece de sentido cualquier oposición árabe, sobre todo en los países con numerosas religiones, que no adopte este principio como regla principal de su pensamiento y acción. Enjuiciar al ser humano religiosamente, es decir, enjuiciar la fe y la incredulidad, no solo es injusticia u opresión, sino que es antihumano, contrario a la humanidad del ser humano. Y lo es porque se trata de un juicio anulador, que niega los derechos y libertades del otro-diferente.
Una sociedad compuesta por numerosas religiones no es en la realidad civil una sociedad, en el profundo sentido humano, sino un conjunto de bloques humanos, formalmente unos al lado de otros, pero en esencia excluyentes. Por su propia naturaleza, toda norma religiosa estipula la mutua exclusión.
La religión pertenece exclusivamente al mundo privado del individuo, mientras que los derechos de la sociedad y del ser humano son públicos, civiles y sociales. La ley religiosa es, en sentido estricto, asunto del individuo religioso, no de la sociedad. Por tanto, oponerse a cualquier forma de interrelación entre la religión, de un lado, y el Estado y las instituciones sociales, sus políticas, artes y cultura, de otro, es absolutamente elemental. Carece de sentido cualquier oposición árabe, sobre todo en los países con numerosas religiones, que no adopte este principio como regla principal de su pensamiento y acción. Enjuiciar al ser humano religiosamente, es decir, enjuiciar la fe y la incredulidad, no solo es injusticia u opresión, sino que es antihumano, contrario a la humanidad del ser humano. Y lo es porque se trata de un juicio anulador, que niega los derechos y libertades del otro-diferente.
Una sociedad compuesta por numerosas religiones no es en la realidad civil una sociedad, en el profundo sentido humano, sino un conjunto de bloques humanos, formalmente unos al lado de otros, pero en esencia excluyentes. Por su propia naturaleza, toda norma religiosa estipula la mutua exclusión.
Sexta tesis
En este nivel, y en este contexto, ¿qué
sentido o valor tiene el cambio en la sociedad si no va esencialmente unido a
la liberación de la mujer de todas las cadenas que se le imponen? ¿Qué sentido
tiene la propia sociedad si la mujer no es libre dentro de ella igual que el
hombre, y en todos los campos y niveles?
Esto debe ser fundamental en el pensamiento y en la acción de la oposición, es decir, acabar con la parálisis y desigualdad existentes en la sociedad árabe a través de la liberación de la mujer. La oposición debe proclamar dicha liberación en un documento o texto que sea, históricamente, equivalente a la declaración de los derechos humanos.
Esto debe ser fundamental en el pensamiento y en la acción de la oposición, es decir, acabar con la parálisis y desigualdad existentes en la sociedad árabe a través de la liberación de la mujer. La oposición debe proclamar dicha liberación en un documento o texto que sea, históricamente, equivalente a la declaración de los derechos humanos.
Séptima tesis
En este marco, es obligado contemplar con
honda perspectiva crítica la terminología islámica que se aplica y emplea
demasiado a la ligera. Por ejemplo, los conceptos de «islam político» o «islam
moderado».
Hay musulmanes políticos y musulmanes moderados. Pero no es correcto definir el islam, en tanto religión, como «político» o «moderado», cuando se habla sobre asuntos políticos, sociales y culturales. Aceptar un concepto así conlleva aceptar otros, como los de «extremismo», «fanatismo», «intolerancia», etc., lo cual introduce lo divino en la «disputa» convirtiéndola en ideología.
Por ejemplo, ¿qué significa «el islam moderado» en lo relativo a la sociedad civil, el arte, el pensamiento, la música, la vida del cuerpo, el sexo y el amor? ¿Quién y cómo decide el grado de esa «moderación»?
¿De dónde viene la «esencia» de la moderación? ¿De una lectura privada, de una comprensión particular? ¿Y cómo? ¿Y cuál es el lugar de la norma religiosa en esa moderación, sobre todo en lo relativo a la mujer, y al otro no musulmán, y a aquel otro que nació musulmán y decidió irse enteramente al mundo civil?
El musulmán es susceptible, u objeto, de definición tanto en positivo como en negativo.
Hay musulmanes políticos y musulmanes moderados. Pero no es correcto definir el islam, en tanto religión, como «político» o «moderado», cuando se habla sobre asuntos políticos, sociales y culturales. Aceptar un concepto así conlleva aceptar otros, como los de «extremismo», «fanatismo», «intolerancia», etc., lo cual introduce lo divino en la «disputa» convirtiéndola en ideología.
Por ejemplo, ¿qué significa «el islam moderado» en lo relativo a la sociedad civil, el arte, el pensamiento, la música, la vida del cuerpo, el sexo y el amor? ¿Quién y cómo decide el grado de esa «moderación»?
¿De dónde viene la «esencia» de la moderación? ¿De una lectura privada, de una comprensión particular? ¿Y cómo? ¿Y cuál es el lugar de la norma religiosa en esa moderación, sobre todo en lo relativo a la mujer, y al otro no musulmán, y a aquel otro que nació musulmán y decidió irse enteramente al mundo civil?
El musulmán es susceptible, u objeto, de definición tanto en positivo como en negativo.
Octava tesis
Pero el islam sólo puede definirse en su
nombre y por sí mismo.
Cada vez resulta más evidente, sobre todo a la luz de las rebeliones árabes, que para el Occidente político, americano-eurpopeo, el islam no es más que un instrumento. No le interesa como religión, cultura o civilización. Lo que le importa es cómo utilizar ese inmenso «ejército» llamado islam de acuerdo con sus planes político-estratétigos. Esa es la cuestión.
Las líneas e hilos con los que se teje el islam del Próximo Oriente, que incluyen también al islam asiático a él vinculado, forman ese «ámbito» del islam que protege las fuentes petrolíferas, frena la expansión china y le dice a Rusia que «no».
Resulta sarcástico que este Occidente político pretenda que con todo esto que hace defiende los derechos de los musulmanes. Y lo que resulta más sarcástico aún es que este Occidente continúa, desde el establecimiento del Estado de Israel, despreciando todavía esos derechos y animando a no respetarlos y pisotearlos en Palestina.
La hipocresía practicada por Occidente frente a los árabes y musulmanes es otra forma de colonizarlos culturalmente. Es otra forma de destrucción.
Cada vez resulta más evidente, sobre todo a la luz de las rebeliones árabes, que para el Occidente político, americano-eurpopeo, el islam no es más que un instrumento. No le interesa como religión, cultura o civilización. Lo que le importa es cómo utilizar ese inmenso «ejército» llamado islam de acuerdo con sus planes político-estratétigos. Esa es la cuestión.
Las líneas e hilos con los que se teje el islam del Próximo Oriente, que incluyen también al islam asiático a él vinculado, forman ese «ámbito» del islam que protege las fuentes petrolíferas, frena la expansión china y le dice a Rusia que «no».
Resulta sarcástico que este Occidente político pretenda que con todo esto que hace defiende los derechos de los musulmanes. Y lo que resulta más sarcástico aún es que este Occidente continúa, desde el establecimiento del Estado de Israel, despreciando todavía esos derechos y animando a no respetarlos y pisotearlos en Palestina.
La hipocresía practicada por Occidente frente a los árabes y musulmanes es otra forma de colonizarlos culturalmente. Es otra forma de destrucción.
Novena tesis
Cualesquiera que sean las circunstancias
y cualesquiera que sean los resultados de las movilizaciones y rebeliones
árabes (para mí positivas en todos los casos y en más de un nivel), las fuerzas
progresistas democráticas de cada país árabe, especialmente en Siria, las
organizaciones civiles, las asociaciones juveniles democráticas, sobre todo las
feministas, deben formar una alianza democrática para luchar teórica y
prácticamente por el establecimiento de un Estado civil, de instituciones
civiles y de una sociedad civil. Y para evitar que los países árabes se
deslicen hacia gobiernos religiosos en nombre del «islam moderado» o hacia
gobiernos tiránicos y totalitarios.
Décima tesis
Stendhal decía que si una persona quiere ser miembro destacado de una gran sociedad debe aprender el arte de sacrificar concesiones a la voluntad general, aunque ésta se encuentre equivocada. Si no lo hace así, esa persona no será nada, ni logrará nada, y no merecerá más apelativo que el de «hijo extraviado».
Yo, personalmente, prefiero ser un «hijo extraviado» antes que apoyar la voluntad general equivocada.
al-Hayat,
Londres, 26 de mayo de 2011
Traducción del árabe de
José Miguel Puerta Vílchez
El 2/10/2011 el diario El País publicó en
La Cuarta Página una versión menos extensa de este texto.
HAN DICHO DE ADONIS
CLARA JANÉS
EL NOMBRE DE ADONIS, LA METAMORFOSIS DEL POETA
Dice
que lo ignorado robó su corazón y su corazón se transforma en una
puerta, y sus venas en galerías donde acude una savia que fluye del pozo
del enigma: puntos de luz que escapan de las cenizas, destellos de
agua, gotas, espejos que se multiplican y penetran fecundando de
imágenes como filamentos sutiles, sus cabellos que se esparcen en el
horizonte.
Dice que el camino no tiene principio, mas su andadura recorre el día y la noche, y la noche, y mas allá, para beber el agua negra que enciende el poema -un murmullo, unas palabras-, pero no deja ver sus ojos. Cruza el círculo abisal, los arcos del alcance inalcanzable. Respira, llena de aire sus cauces, llena de semillas el aire, llena de brotes el azul, la expectativa del árbol que todavía no es blanco para la eternidad.
Dice que un rayo le mostró el camino. Y sucedió en su propio interior, y así fue fuego y abandonó la condición de piedra. El muro de piedra se incendió. Poderoso, se desmoronó. Y emergió en los limos y llenó la arcilla de resplandor. Y con él prendió el primer paso de la danza. He aquí la danza de la vida en los marjales. He aquí la danza en las copas de los árboles. He aquí la ascensión de la energía que se desplaza en condensaciones.
Dice que llenó sus cánticos de hachas, pues pugna es la de la luz por ocupar el puesto de la sombra en el aire; pugna es la de la lluvia por desprenderse de la nube hasta alcanzar el no ser para ser con la tierra; pugna la del ardor de la semilla por estallar en la rosa.
Todos los campos se llenan de rosas silvestres, todos los ríos de las palabras no pronunciadas, todas las rocas del vuelo de los halcones y del rielar de los astros. La estrella muerta resucita en la sangre y desde esta en la tierra que germina.
Dice que se disfrazó de Naturaleza pues es un disfraz cuanto acontece: la carne para los huesos, la vida para la muerte, la muerte para la vida...
Todos los colores huyen del negro, debatiéndose hacia las constelaciones, todos los silencios huyen de la alberca de lo ignoto paciente y desbordado. Y el vacío se llena ya de vibraciones.
Dice que muere y el aire son bodas y amapolas. Y la muerte es un anillo sin fin, su oro el sol que funde los glaciares, que enciende la visión en el desierto y sin cesar nos alimenta.
Y dice que reverdece como el tiempo, y que de nuestro rostro hemos hecho el hermano de la hierba.
Dice que el camino no tiene principio, mas su andadura recorre el día y la noche, y la noche, y mas allá, para beber el agua negra que enciende el poema -un murmullo, unas palabras-, pero no deja ver sus ojos. Cruza el círculo abisal, los arcos del alcance inalcanzable. Respira, llena de aire sus cauces, llena de semillas el aire, llena de brotes el azul, la expectativa del árbol que todavía no es blanco para la eternidad.
Dice que un rayo le mostró el camino. Y sucedió en su propio interior, y así fue fuego y abandonó la condición de piedra. El muro de piedra se incendió. Poderoso, se desmoronó. Y emergió en los limos y llenó la arcilla de resplandor. Y con él prendió el primer paso de la danza. He aquí la danza de la vida en los marjales. He aquí la danza en las copas de los árboles. He aquí la ascensión de la energía que se desplaza en condensaciones.
Dice que llenó sus cánticos de hachas, pues pugna es la de la luz por ocupar el puesto de la sombra en el aire; pugna es la de la lluvia por desprenderse de la nube hasta alcanzar el no ser para ser con la tierra; pugna la del ardor de la semilla por estallar en la rosa.
Todos los campos se llenan de rosas silvestres, todos los ríos de las palabras no pronunciadas, todas las rocas del vuelo de los halcones y del rielar de los astros. La estrella muerta resucita en la sangre y desde esta en la tierra que germina.
Dice que se disfrazó de Naturaleza pues es un disfraz cuanto acontece: la carne para los huesos, la vida para la muerte, la muerte para la vida...
Todos los colores huyen del negro, debatiéndose hacia las constelaciones, todos los silencios huyen de la alberca de lo ignoto paciente y desbordado. Y el vacío se llena ya de vibraciones.
Dice que muere y el aire son bodas y amapolas. Y la muerte es un anillo sin fin, su oro el sol que funde los glaciares, que enciende la visión en el desierto y sin cesar nos alimenta.
Y dice que reverdece como el tiempo, y que de nuestro rostro hemos hecho el hermano de la hierba.
(en Adonis: un poète dans le monde d’aujourd’hui, 1950-2000, Paris Institut du monde arabe, 2000)
«A
quienes de entre nosotros proceden de universos culturales híbridos y
que, como Adonis, están a caballo de Oriente y Occidente, las palabras
del autor les hablan con mayor elocuencia. Nos reconocemos en ese alma
que busca y sondea sin compasión en la agitación de la nuestra. (...)
»Adonis, echando por tierra las convenciones lingüísticas, al adoptar el verso libre y crear un nuevo idioma poético, ha buscado subvertir lo convencional, lo seguro, lo esperado. La literatura y el pensamiento árabes con ello han ganado en riqueza y emoción».
»Adonis, echando por tierra las convenciones lingüísticas, al adoptar el verso libre y crear un nuevo idioma poético, ha buscado subvertir lo convencional, lo seguro, lo esperado. La literatura y el pensamiento árabes con ello han ganado en riqueza y emoción».
Asma Afsaruddin, «Adonis, el inevitable», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
«Desde
mi punto de vista, Adonis no es un poeta entre los verdaderos poetas,
que de todas las maneras son escasos; es uno de los más importantes. Y
ello por dos razones al menos, o quizá tres. Es poeta y pensador teórico
al mismo tiempo. Es un poeta innovador y audaz. Y es también y sobre
todo un poeta inspirado que ha suscitado al mismo tiempo la
inspiración».
Edouard al-Kharrat, «El poeta y el amigo», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
«Su
aporte ha sido el más rico, el más profundo y el más diversificado en
pensamiento, creatividad y restitución de la parte más universal de la
herencia cultural. (...)
»Como otros, no dudo en afirmar que Adonis ha ejercido una influencia, del mismo modo que él ha sido influenciado por corrientes, tendencias, diversas y antagónicas en su más alto grado. Pero ha logrado fusionar todos esos elementos en un molde creado por él».
»Como otros, no dudo en afirmar que Adonis ha ejercido una influencia, del mismo modo que él ha sido influenciado por corrientes, tendencias, diversas y antagónicas en su más alto grado. Pero ha logrado fusionar todos esos elementos en un molde creado por él».
Sayf al-Rahabi, «Hombre de visión, poeta de lo vivido», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
«Que
es un poeta de gran envergadura, un visionario y un creador de una
profunda originalidad se me hizo evidente desde mi primera lectura de
sus poemas. Pero para mí fue un verdadero encantamiento cuando tuve la
ocasión de escucharlo recitar su poesía en su propia lengua. Cuando
recita, el paisaje de su cara, de su mirada, cambia, las señales de un
mundo desconocido se van haciendo cada vez más presentes, me di cuenta
de ello en aquella primera ocasión y muchas otras veces después».
Lokenath Bhattacharya, «Un baile inesperado», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
«(...)Bianca
Maria Fabotta evoca así su primer encuentro con Adonis: “(...) aunque
su biografía hace de él un gran poeta cosmopolita, se percibe en ella
con gran intensidad la presencia de otro mundo. Es un poeta que se sitúa
más allá de la modernidad. Su poesía es muy aérea, sin angustias
incluso cuando es fúnebre. Tal vez sea una profecía del futuro que
seguirá a la modernidad. O tal vez contenga elementos del pasado, ese
quid enigmático y abierto al porvenir al mismo tiempo(...)”».
Francesca María Corrao, «El viaje de Adonis a Italia», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
«Su
arte recuerda la pintura de Picasso. Lo que Picasso expresa con la
magia de los colores, Adonis los expresa con la fuerza de las palabras.
Su poesía es semejante al cubismo. Es una verdadera síntesis entre el
Este y el Oeste, entre las culturas oriental y occidental, una síntesis
entre las leyendas del mundo oriental y las grandes formas artísticas
del mundo occidental, sobre todo de la poesía francesa».
Pascal Gilevski, «Adonis en Macedonia», Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
HABLA ADONIS
»Nacer, conocer y morir: la tierra acoge y suscita las grandes etapas de nuestra vida. (...)
[La identidad] »Al cambiar un nombre muy musulmán –Ali– por otro sin relación con el islam –Adonis–, asumía y reivindicaba una trayectoria hacia lo universal. Al firmar así, salía de una tradición petrificada y accedía a una libertad más amplia. (...).
[La herencia] »Reivindico toda la herencia mediterránea, pero además formo parte integrante de la cultura universal, de Oriente hasta Occidente. La única especificidad que me reconozco es mi lengua y mi subjetividad. Pero, por medio de ellas, trato de abrirme a lo universal.
[La renovación] »La forma poética es siempre un reflejo de la vida y de la cultura de una época. A la renovación de la poesía no le bastan las nuevas ideas, necesita que la forma que las expresa sea también nueva. (...) Ser moderno es aceptar el diálogo con el otro. (...)
[La soledad] »(...) Me sentiría ofendido si ciertas personas hablasen bien de mí. Me enorgullece que ningún gobierno árabe me haya invitado oficialmente. Mantenerse a distancia permite contemplar el movimiento de la sociedad árabe en su conjunto al margen de todo camuflaje ideológico. Pero yo me siento profundamente ligado a las aspiraciones populares.
[La historia] »En el fondo, no tengo ninguna confianza en la historia. No es más que un cúmulo de mentiras. Del pasado, retengo sobre todo el movimiento de creación artística, pero, en nuestra sociedad, hasta eso ha sido rechazado. La historia no es sino el catálogo de las diferentes opresiones. Yo me estoy con los hombres que sufren. Mi historia es un continuo replanteamiento de la historia».
Fragmentos de una entrevista con André Velter, Le Monde, 30/11/1984
«La poesía es el poema, la lengua y aquello que va más allá de la lengua. Es como un árbol que está enraizado en un lugar y sin embargo las ramas están abiertas por todo el espacio y por todos lados. La poesía es así; aunque yo como poeta árabe estoy enraizado en mi lengua, mi poesía está abierta a todos los seres humanos y a todos los continentes, y, en ese sentido, yo me siento universal a la vez que totalmente árabe. (...)
»No hay poesía verdaderamente importante sin pensamiento. (...) lo que marca la diferencia entre la filosofía y la poesía, el pensamiento y la ciencia, es la forma de expresión. En la poesía es necesario expresarse en imágenes y en relación con las imágenes. Es la metáfora la que transforma. La expresión poética. La poesía puede decirlo todo. (...) Encuentro que la poesía es mucho más amplia que todas las disciplinas del pensamiento.
Fragmentos de una entrevista con José Méndez, Residencia, noviembre-diciembre 1997
«“Estoy en un proyecto poético titulado Al Kitâb* que será el libro de poesía más importante desde la Divina Comedia”. No pude contener la risa: “Estupenda exageración, ¿no?”. Gesto de la mano, acompañado de un ligero movimiento de cabeza: el poeta asumía lo dicho. Notó que sus compañeros de mesa, Kamal, Saida y yo, lo mirábamos estupefactos. Prosiguió: “Sí, estoy redactando el primer volumen. Se trata de un manuscrito de al-Mutanabi que edito yo. Tendrá dos volúmenes más, después dejaré de escribir poesía”. Dijo estas palabras con sencillez y seguridad, como si el proyecto estuviera íntegramente grabado en su pensamiento; después guardó silencio, dando a entender que todo estaba dicho».
José Miguel Porta Vílchez, en Adonis. Un poeta en el mundo de hoy, París, IMA, 2000
*El Libro (eidiones del oriente y del mediterráneo, en traducción de Federico Arbós).
[...] ¿Y Ali Ahmad Said Asbar, el poeta sirio conocido como Adonis? ¿Aún no han leído Sufismo y surrealismo? ¡Qué cosa magistral! Sí: es verdad que existen “sobredosis de belleza” capaces de “elevar el ritmo cardiaco, causar vértigo e incluso alucinaciones”: el síndrome de Stendhal. Y esta lámpara de Aladino es buena prueba de ello. Su lectura nos provoca literal, constantemente, excitándonos la inteligencia y la imaginación de tal manera que, por momentos, no hay más remedio que cerrar el grifo. Sobre todo en el capítulo IV, cuando Adonis relaciona la escritura automática con la locución teopática. Xath, según su excelente traductor, “en alusión a las palabras que profiere el sujeto poseído por la divinidad”."
Xoán Abeleira, "Cuatro cajas para conservar el fuego", El País Babelia, 05/09/09
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