miércoles, 5 de octubre de 2022

El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria

 

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El delito de ser "negro". Mil millones de "negros" en una cárcel identitaria es el número 16 de la colección BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid), dirigida por Mireia Sentís y José Luis Gallero, en el que ya han aparecido algunos de los autores más significativos de la literatura afroamericana: Ishmael Reed, June Jordan, Langston Hughes, James Yates, Jean Toomer, David Levering Lewis, Elaine Brown, Angela Y. Davis, William Wells Brown, Debra J. Dickerson, Toni Morrison, Jesmyn Ward, James Baldwin... Y títulos que afrontan el tema del racismo y la negritud como Fragilidad blanca, de Robin DiAngelo, o este que presentamos del burkinés Bassidiki Coulibaly, del que presentamos un breve extracto:

Desde la antigüedad griega (los escritos de Heródoto lo atestiguan), el «problema negro» ha estado omnipresente en un Occidente al que todavía le cuesta ver a la humanidad en otros términos que no sea «blanco» y «no blanco», «los blancos» y los otros, cuya norma es «los negros», «lo blanco» y «los blancos». Al color blanco como referencia absoluta de lo bello, el Bien, lo justo, lo normal, la inocencia, lo inteligente, Dios y todo lo que es positivo según las creencias, Occidente no ha dejado de contraponer radicalmente el negro como el color de la patología, el luto, el Mal, lo anómalo, lo injusto, lo feo, el pecado, el Diablo, etc. Los turistas y los viajeros de la civilización occidental han llevado con fervor, han portado con orgullo y arrogancia, este prejuicio maniqueo —antes y después de Mani— por mar, tierra y aire desde la antigüedad griega hasta nuestros días. Al trasladar la pésima prensa de lo «negro» a «los negros», los occidentales encontraron de una vez por todas los fundamentos ideológicos del racismo «antinegro» incluso antes de que «los negros» tuvieran que enfrentarse a ellos. Así, antes del encuentro entre el «mundo negro» y el «mundo blanco», «los negros» fueron prejuzgados, juzgados y condenados. Solo quedaba ejecutar la sentencia yendo al encuentro de los condenados, allá donde se encontraran, es decir, en África.
A partir del siglo xvi, los europeos se invitan a la arrebatiña del continente africano. Esta segunda fase del genocidio de «los negros» ya no se sitúa bajo el alto patrocinio de Alá, sino del muy poderoso y celoso Dios de los cristianos, habiendo legitimado la Biblia durante largo tiempo todas las desgracias de los hijos de Cam, con quienes se identifica a «los negros». [...]

Del siglo xvi al xix, «los negros» no tuvieron la necesidad de esperar al día del Juicio Final para vivir lo peor: la tierra entera es el infierno, pues son expulsados de la gran familia humana por todas las legislaciones del mundo y asalvajados por sus civilizadores, o mejor dicho «descivilizadores», orientales y occidentales. Para «los negros» y sus civilizaciones, sus «descivilizadores» solo tienen un discurso, una única práctica: «Os respetaremos cuando seáis como nosotros». Vale tanto como decir nunca, cuando conocemos el etnocentrismo de unos y otros, vale tanto como decir por siempre jamás cuando conocemos la incapacidad radical de la civilización occidental, impregnada y rezumante de narcisismo, para abrirse, para perder la cabeza en el buen sentido noble de la palabra, para amar al otro. Reinar sobre los otros, oprimirlos con deleite, ser los amos de por vida, tal es la ambición suprema de los occidentales, una ambición que también compartieron los orientales: se llama dominación, se denomina opresión. Y como el filósofo Sartre vio meridianamente, «la opresión es, en el opresor, inseparable del odio que debe sentir hacia el oprimido». De la mala reputación del negro como color al odio a «los negros» como «hombres de color» solo hay una transferencia, que se hizo desde la Antigüedad y que sigue viva hoy en día. Y los opresores se encomiendan a la misión de arrojar el oprobio sobre los oprimidos y, negándoles cualquier derecho al resentimiento, se apuran a acusarlos de odio. Pero hacer creer a la gente que es posible vivir sin odio cuando se es víctima del odio es tomarla por el pito del sereno. Víctimas de opresores de toda calaña en África y fuera de África, «los negros» han perdido la iniciativa, pero no la capacidad de reacción ni de acción: bajo la amenaza de desaparecer por completo de la faz de la tierra, «los negros» han tenido que pagar un precio por seguir en este mundo.

Doctor en Filosofía Política por la Universidad de Paris X Nanterre, organizador de congresos, conferenciante internacional, fecundo ensayista, Bassidiki Coulibaly (Bobo-Dioulasso, Burkina Faso, 1965) es profesor en la Escuela Superior Europea de Intervención Social de la Universidad de Estrasburgo y autor de Sartre ou la conscience souveraine : Critique de l’occidentalocentrisme (2020).
 








"¿Negro ha dicho?", por Iñaki Urdanibia

«Tanto si se es “negro”, “blanco” o lo que se sea, hace falta (imperativo y necesidad) reconocer a toda costa el crimen contra la humanidad del cual “los negros” han sido víctimas durante doce siglos, y no cuatro como es costumbre creer y enseñar, si queremos responder en serio a las cuestiones que conciernen a “los negros”»

La exploración que realiza Bassidiki Coulibaly en su «El delito de ser “negro”», publicado en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo es un dechado de claridad, nada queda en la oscuridad, y todo es enfocado con la luz que deja escrito negro sobre blanco la realidad de las cuestiones abordadas.

Ya desde los tiempos de Heródoto se consideraba a los “negros” como seres aparte, consideración que ha persistido a lo largo de la historia, siendo defendida por los Louis XIV, Colbert, Locke, Hume, Voltaire, Rousseau, Napoleón Bonaparte, Hegel, Kant, Hitler, Hungtinton,…y otras celebridades que han pintado a dichos eres como ajenos a la humanidad plena.

El profesor y ensayista Bassidiky Coulibaly (Bobo-Dioulasso, Burkina Faso, 1965) se empeña en las páginas de su obra en «sacar a ciertos individuos del condicionamiento ideológico (presente por doquier), despertar conciencias individuales de su letargo intelectual, conseguir que todos los actores de la Historia de la humanidad miren dos veces las verdades oficiales, y darle a César lo que del César y a “los negros” lo que es de “los negros”», y con tal fin rastrea diferentes aspectos de la denotación y la connotación del término coloreado , y la concepción, que se ha impuesto a lo largo del tiempo, y con tal fin dirige su mirada, amén de a la historia, a cierta teoría de los colores que hacen que lo blanco y luminoso sea lo ideal frente a la denostada oscuridad y negrura.

Son varias las cuestiones preliminares que el ensayista puntualiza: así la amalgama consideración de “negros” a seres de muy diferentes tonalidades, orígenes, culturas, etc., como si se tratase de un todo unido y único, que va desde Lucy –origen común de todos los humanos- hasta la actualidad. Busca apoyo en Franz Fanon a la hora de subrayar que el bienestar y progreso de Europa, podría decirse del llamado Occidente, se ha alzado sobre el sudor y la sangre de los negros, los árabe, los indios, y los amarillos…deteniéndose en ciertas formas de interiorización por parte de los oprimidos que han dado por buena la versión de los opresores llegando hasta el punto de llamarse entre ellos hermanos, como si así lo fueron dependiendo de su procedencia, cultura, etc.y cercana fraternidad.

El peso de la religión, de las religiones, queda desvelado tanto en el caso del Islam como posteriormente del cristianismo, cuya acción y presencia puso en pie una historia falseada en la que solamente tienen lugar los nombres propios del santoral de los opresores y de algunos cómplices entre los oprimidos. »El silencio se impuso por parte de las élites árabes musulmanas y de las élites negras musulmanas dedicadas a las abluciones, al rezo», y tras tales rituales litúrgicos, el tiempo para la elaboración de una leyenda dorada. Todo se ha dado como si se siguiese aquella tajante afirmación de Hegel, que mantenía que la Historia no había funcionado ni en Siberia, ni en África, lo que de hecho supuso que, como es hábito, la historia, o el vacío de ella, haya sido escrita por los vencedores. Así la versión creada, de todas las piezas, es que no existe verdadera cultura, que la razón, la tolerancia y otros valores son cosa de gentes ajenas al continente “negro”., dándose un dominio de una concepción grecocentrista, frente a quienes han solido defender un cierto afrocentrismo: helenomanía versus egiptomanía, Moisés versus otras figuras religiosas, y las creencias como arma de los poderosos, ya sea bajo el nombre de Alá, Dios o Yavé y como forma primera y principal de esclavitud; operación que se dio tanto en Egipto como en la antigua Grecia. Explora Coulibay la diferencia establecida entre lo sagrado y lo profano que condujo a la imposición de seres del más allá que imponía su ley en el más acá, usurpando el poder de decidir de los habitantes del último, no faltando los ejemplos, mártires, desde Sócrates a Bruno, pasando por la santa Inquisición o las fetuas, como la decretada sobre Salman Rushdie. Las creencias, incluida la animista, y lo sagrado en general piden sangre, siempre la han hecho.

La historia de la presencia de la religión musulmana fue seguida de la cruz del cristianismo, y en el terreno que transitamos el no-negro, blanco, es el que define al “negro” sin recurrir a ningún tipo de diferencia o matiz de tono, siguiéndose un criterio de indistinción que agrupa a seres de Suecia con los del sur hispano, o que une a cameruneses, con senegaleses o sudafricanos. Se dota por el mismo acto, de valores a los diferentes colores, y si Dios es luz (para Platón, el sol y para Plotino el Uno luminoso) abajo está la oscuridad, arriba lo blanco y abajo, del todo, lo oscuro, lo negro, es el reino de Satán, de la confusión y el caos; las tinieblas frente a las Luces, la liberadora Europa conquistando el mundo por el bien de éste y «el “negro”, el nègre, el black, no sólo es el otro, es el otro más extremo»; [constatándose tal diferencia de valor hasta el diferente valor de las notas del solfeo, en donde una blanca vale por dos negras]. África no sólo es otro continente, es el continente radicalmente otro para los antiguos griegos y para los “occidentales” de hoy»…y un continuum de racismo, de bestialización del otro, cuyo color coincide con el del Mal, y “el negro” convertido en víctima sacrificial, Luces y Código negro imperando, y en la recámara el Pentateuco. Sigue la pista, Coulibaly, marcada por Fanon o por los análisis de Pierre Bourdieu, Vladimir Jankélévitch (sin obviar a Louis Sala-Molins que introduce la obra y que es autor de un libro necesario: Le Code Noir ou le calvaire de Canaan, PUF, 1987), señalando el anclaje en las arenas judeocristianas de René Girard, como ilustración del «narcisismo prometeico de Occidente: el otro tiene derecho a existir si es el alter de mi ego».

Capítulo aparte merecen los procesos de descolonización y algunas cantinelas que los acompañan, prometiendo la paz bíblica, blanca ella, en lucha contra los descendientes del maldito Cam (Génesis 9, 21-27)…la exigible fraternidad, la exclusión del odio, la no-violencia que en tales versiones no supone otra cosa que negar la legítima defensa, etc., etc., etc. Sin obviar los cantos, huecos, de sirena del panafricanismo, que refleja de hecho la división establecida por los árabes y “los blancos”, creando una unidad artificial más allá de la sangre, la lengua, o la religión; persistiendo en algunos países el collar como castigo o señalamiento por hablar otro idioma distinto del del colonizador…u otros ejemplos que el ensayista no nos hurta.

Un recorrido en el que abundan las visitas a los textos religiosos, a los filosóficos (Montaigne, Locke, Rousseau…)y a algunos “negros” encandilados por los edulcorados mensajes, perdiendo el culo por asistir a las escuelas de los opresores para recibir sus buenas lecciones, de sumisión y obediencia…y una y otra vez queda reiterado el peso y la nefasta huella de las religiones y sus binaria teoría de los colores…y dos consejos necesarios para concluir: 1) «Mientras no nos resolvamos a emprender la descolonización del panafricanismo y de los panafricanistas, el colonialismo, el neocolonialismo, el poscolonialismo y el resto de ideologías de los oprimidos [juzgo que debería poner: de los opresores…a pesar de que tales sean tomadas en préstamo por algunos oprimidos] seguirán siendo el horizonte infranqueable de los pueblos del mundo entero, con los “pueblos negros” en primera línea, como de costumbre»; y 2) «Mientras “los negros” no dejen de confundir el hacerse respetar con tener que mostrar respeto, mientras “los negros” no se despojen de la Historia escrita por sus verdugos para apropiarse de su pasado de víctimas del crimen contra la humanidad, de supervivientes de un genocidio, mientras “los negros” sigan haciéndose los débiles mentales con el pretexto de que tienen un color indeleble maldito, mientras “los negros” sigan jugando a ser “niños grandes”, apalancados como receptores de educación, lecciones, dinero y civilización, perdurarán las denegaciones de humanidad que siempre se han cebado con ellos».

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared

lunes, 6 de junio de 2022

ALIA MAMDUH: "AL-TANKI. TRAS LAS HUELLAS DE UNA MUJER IRAQUÍ"

 


 

Coincidiendo con la llegada de la primavera de este 2022, publicamos el último libro de Alia Mamduh, así presentado por su traductor Ignacio Gutiérrez de Terán:

No es una novela fácil de leer ni, menos aún, de traducir este al-Tanki. Tras las huellas de una mujer iraquí de Alia Mamduh. La escritora iraquí afincada en Francia desde hace décadas lleva tiempo experimentando con el idioma árabe, tratando de generar un modo peculiar de expresar su experiencia vital como mujer árabe exiliada que vuelve una y otra vez, paradójicamente, a su país natal. Escribiendo sobre la violencia, las dictaduras y las invasiones que la obligaron a marcharse; sobre la marginación que siguen sufriendo las mujeres en las ciudades y pueblos de Iraq a la sombra del poder omnímodo ejercido por el hombre, el padre, el hermano mayor o el gran líder militar, civil y religioso; o sobre la represión de las libertades básicas, empezando por la de expresión y terminando por la sexual. Todo ello aflora desde la primera página de este pormenorizado relato en torno a una familia iraquí y la calle donde se desenvuelven sus miembros, a despecho de un Bagdad que decae, lánguidamente. Mamduh imprime al texto un destacado marbete ácido y nostálgico a la vez, habitual en novelas anteriores como Naftalina, publicada por ediciones del oriente y del mediterráneo en 2000. En esta ocasión la acidez adquiere un grado de complejidad apreciable porque a un calculado ejercicio de sutileza añade una distorsión lingüística sustentada en un juego capcioso de significados, insinuaciones e imágenes rotas que pueden llevar a confundirnos, en especial si desconocemos la historia reciente de Iraq y la experiencia trágica de millones de iraquíes forzados a dejar su tierra.
Decimos que no resulta sencilla la lectura de esta novela porque su autora se ampara en las frases a medio construir, la intercalación de narradores y voces pretéritas y presentes, la confusión deliberada de las perspectivas de los personajes, la abstracción entreverada de falso realismo o la evocación de una realidad que, en Iraq, desde hace décadas, se ha convertido en rehén de un bucle inextricable. «En nuestro país, en el que el relato casi siempre queda a medias», afirma uno de los narradores colectivos de esta alegoría sobre la locura individual y nacional. Sí, la historia, la trama, de Al-Tanki se interrumpe continuamente a sí misma porque Iraq ha dejado de ser Iraq —si es que alguna vez lo fue— desde hace demasiado tiempo. Por ello, los personajes que pueblan la novela se sienten desubicados y terminan abjurando del «virus de la patria o del lugar que te acoge». Se trata de un extrañamiento que afecta tanto a los que permanecieron allí como los que se desperdigaron por medio mundo gracias a la dictadura del Baath, la invasión criminal de Estados Unidos y, antes, al embargo inmisericorde impuesto en los noventa del siglo pasado. Para mayor desgracia, Iraq debe lidiar hoy con el extremismo religioso, que está diezmando a las minorías y a los sectores laicos de las comunidades mayoritarias. «Un país de petróleos y meados» apunta otro relator más adelante, aquejado de una enuresis provocada por las convenciones sociales impuestas por los cánones patriarcales, el contexto de violencia social y el remate de la ocupación militar. La orina irrefrenable de la que habla el hermano de la supuesta protagonista del libro es la imagen de la impotencia iraquí ante su cruel destino. La frustración, también, de ver cómo la humillación originada por las guerras y las invasiones se ha trocado en abulia.
El argumento de Al-Tanki no es el de una mujer que ansía sustraerse del estrecho cerco marcado por una ciudad, sociedad y familia que se dirigen, sin remisión, a la dispersión; tampoco tiene que ver con la búsqueda de un horizonte nuevo y distinto donde desarrollar sus dotes de artista o experimentar, al fin, el amor, la pasión, el deseo. Bueno, digamos, mejor, que no tiene que ver en primera instancia con todo ello. Desde la primera línea, la novela avanza cavilosa, reconvertida en una alegoría de la historia moderna de Iraq. La familia de Afaf, tras años de silencio y aparente olvido, trata de averiguar qué le pasó allá, en París. Para ello, arman esta sinfonía desconcertante en la que cada recuento termina condenado al fracaso. ¿Qué le ocurrió a Afaf en Occidente, qué nos ha ocurrido a los iraquíes en Oriente? Suponen que murió, la mataron o se suicidó, aventuran un episodio de locura, una enajenación o una desaparición inexplicable. Como si se hubiera abducido a sí misma, tal vez. «¿Quién es el culpable de lo que le pasó a Afaf?»; un modo peculiar de inquirirse acerca de la autoría del crimen que los iraquíes vienen sufriendo desde hace mucho tiempo. «¿Somos nosotros, ustedes?». Lo terrible es que cada aportación corrobora la impresión de que nadie tiene una explicación para lo que le ha pasado a esta nación milenaria. De hecho, ni siquiera saben si se ha cometido un crimen que exija iniciar una investigación. Como con los asesinatos, los secuestros, los éxodos, la corrupción generalizada o la limpieza religiosa en barrios y aldeas, tan habituales, tan consuetudinarios.
Oh, no, eso sí que no: el crimen ha tenido lugar, pero nos cuesta mucho llegar a conclusiones porque, en esencia, ignoramos cuáles son los fundamentos de un crimen en toda regla. Y cuando atisbamos una pista, un indicio, lo enfocamos con una luz errónea. «La guerra, una cotidianidad, algo que la divinidad nos ha asignado a los iraquíes como rasgo distintivo». Por todas estas razones, Afaf ansía salir de su país para andar a rienda suelta, caminando, trotando incluso. Los zapatos, la cubierta ya lo avanza, desempeñan una función primordial en este libro, un símbolo más de que el calzado oprime y restringe el ardor de unos pies que se afanan desesperadamente por entablar contacto con el asfalto y los adoquines de las calles. Tampoco tiene visos de llegar muy lejos porque, como la protagonista termina comprobando, el exilio, como la patria, también te desgasta los zapatos. Muchísimo.
Podríamos señalar, a modo de colofón, que Afaf representa la fe del Iraq inmemorial en sí mismo. Las ganas de superar las adversidades y anunciar algo nuevo sin renegar de los valores edificantes de su acervo oriental. Por eso, Afaf canta las tonadas árabes tradicionales, los ecos de las orquestas clásicas, y añora la belleza de las construcciones armoniosas y enigmáticas del Bagdad antiguo. En cierto modo, Al-Tanki sirve de homenaje a la pléyade de arquitectos, escultores, pintores, urbanistas u orfebres iraquíes contemporáneos que fueron absorbidos por la vorágine de la destrucción o el destierro. El fin de ese edén arquitectónico al que se refiere la obra, «El Cubo», sintetiza el cruel destino de una de las generaciones más brillantes y fructíferas de todo Oriente Medio. Podríamos señalar más cosas y seguir alargando este remedo de conclusión, pero ¿para qué? Preferimos sentarnos en un café —cuánto les gusta a los árabes en general y a los iraquíes en particular hablarnos desde un café cuando recalan en París— y recordar los versos del gran poeta Issa Hassan al Yasiri, compatriota de Mamduh exiliado en Canadá, asiduo al tasakku´ o deambular insomne por la ciudad:

Treinta y seis palomas zurean bajo el techado del café
de Oliver Larry y dan saltitos
sobre una acera blanca de Montreal.
Se posan en los hombros de los clientes
que beben vino, comen crepes
y ríen con la frescura
de quien no ha conocido grandes tribulaciones.
Yo sigo sentado, abandonado a la soledad del aire
y la sombra del árbol provecto que gime, cada noche,
junto a mi ventana.

 


martes, 18 de enero de 2022

EN EL 120 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE NÂZIM HIKMET

 Se cumple estos días el 120 aniversario del nacimiento de Nâzim Hikmet (1902-1963), el gran poeta turco que sufrió once procesos y pasó trece años en prisión por sus ideas políticas y el compromiso con los desheredados de su país. En la foto aparece rodeado de Orhan Kemal e Ibrahim Balaban dos jóvenes reclusos a los que inicio en la literatura y la pintura, convirtiéndose el primero en uno de los más importantes escritores turcos y el segundo en un reputado pintor.

Su obra, traducida a más de cincuenta lenguas, lo convierte en el poeta turco más universal, pese al largo ostracismo en su país, donde sus obras fueron prohibidas y se le privó de la nacionalidad cuando, en 1950, al poco de salir de la cárcel, sintiendo su vida en peligro al ser convocado con 48 años para hacer el servicio militar, decidió huir de Turquía y pedir asilo político en la Unión Soviética.

 

AUTOBIOGRAFÍA


Nací en 1902
no he vuelto nunca a mi ciudad natal
no me gustan los retornos
a los tres años en Alepo era nieto de bajá
a los diecinueve estudiante en la universidad comunista de Moscú
a los cuarenta y nueve otra vez en Moscú invitado por el Comité Central
y desde los catorce años soy poeta
hay hombres que saben de hierbas otros de peces;
                    yo de separaciones
hay hombres que se saben de memoria el nombre de cada estrella
                        yo sé de nostalgias
he dormido en las cárceles y en los grandes hoteles
he conocido el hambre y también la huelga de hambre y no hay plato que no haya probado
a los treinta años quisieron ahorcarme
a los cuarenta y ocho quisieron concederme el Premio de la Paz
                    y me lo concedieron
a los treinta y seis durante medio año sólo pude recorrer cuatro metros cuadrados de hormigón
a los cincuenta y nueve volé desde Praga a La Habana en dieciocho horas
no conocí a Lenin pero hice la guardia de honor junto a su féretro en 1924
en 1961 el mausoleo que visito son sus libros
han intentado alejarme de mi partido
                    pero han fracasado
tampoco he sido aplastado por los ídolos caídos

en 1951 viajé por mar hacia la muerte con un joven camarada
en 1952 con el corazón cascado esperé la muerte durante cuatro meses
estuve locamente celoso de las mujeres a las que amé
no envidié a nadie ni siquiera a Charlot
engañé a mis mujeres
pero nunca hablé mal de mis amigos a sus espaldas
he bebido pero no soy un bebedor
tuve la suerte de ganarme siempre el pan con el sudor de mi frente
si mentí fue porque sentí vergüenza ajena
por piedad
            pero también he mentido porque sí
he montado en tren en avión y en coche
la mayoría no puede hacerlo
he ido a la ópera
        la mayoría no puede ir y ni siquiera sabe que existe
sin embargo desde 1921 no voy a muchos de los sitios donde va
la mayoría la mezquita la iglesia la sinagoga el templo el curandero
pero a veces me gusta que me lean los posos de café
se me ha publicado en treinta o cuarenta lenguas
        pero estoy prohibido en mi Turquía en mi propia lengua
hasta ahora no he tenido cáncer
tampoco es obligatorio
nunca seré primer ministro o algo parecido
y tampoco me gustaría serlo
nunca he ido a la guerra

no he bajado a los refugios en medio de la noche
no he recorrido los caminos bajo el vuelo rasante de los aviones
pero me he enamorado ya cerca de los sesenta
camaradas en pocas palabras
hoy en Berlín aunque muerto de nostalgia
                        puedo decir que he vivido como un hombre
pero los años que me quedan por vivir
                        y las cosas que puedan sucederme
                                                    ¿quién lo sabe?
 

Esta autobiografía fue escrita en Berlín Oriental el 11 de septiembre de 1961

 

jueves, 6 de enero de 2022

"Las cocinas de Gaza" por Teresa Aranguren (infolibre, 4 de enero de 2022)

 

 

Plaza Pública

Las cocinas de Gaza

Teresa Aranguren

4 de enero de 2022

 

 

Este no es un libro de cocina sino de cocinas, esos espacios íntimos y familiares donde, entre cazos, guisos  y cuentos mil veces contados, ocurre la vida. Este libro habla del gusto de vivir pese a todo y frente a todo. Habla de las gentes de Gaza.

 

“Quizás sean los carteles de colores brillantes que cuelgan de la pared o el patio primorosamente rastrillado y repleto de todo tipo de hierbas aromáticas. Quizá las caras impacientes de las seis niñas que salen a saludarnos y suben corriendo las escaleras con sus largas trenzas negras y brillantes. Sea cual sea la razón, salta a la vista que la casa de Um Hana en Beit Lahia es un lugar alegre”.

 

Extraña descripción de un lugar que los informes de Naciones Unidas han calificado de “inhabitable”. En el excelente prólogo de este libro, Raquel Martí, directora de UNRWA-España (Agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos) ofrece los datos de la catástrofe que el bloqueo israelí impone sobre la población de Gaza: cortes de electricidad diarios de más de ocho horas de duración, el 96% de las aguas del acuífero están  contaminadas, el agua potable tiene que ser traída en camiones y su precio resulta inasequible para la mayoría de la gente, el paro alcanza al 48% de la población y en el caso de los jóvenes al 65%, los hospitales padecen una constante falta de material sanitario y se sostienen al borde del colapso,  gran parte de las infraestructuras, desde las depuradoras de agua y el sistema de alcantarillado hasta viviendas, edificios administrativos, cultivos y granjas han sido destruidas por las bombas.

 

Sí, Gaza es un territorio inhabitable o, más exactamente, sería un territorio inhabitable si no fuera porque su gente, sobre todo sus mujeres, se empeñan en hacerlo habitable.

 

No se trata de dulcificar lo insoportable ni de ocultar el sufrimiento cotidiano de la vida en Gaza, este libro no habla de héroes con superpoderes sino de seres humanos que resisten la adversidad, se apoyan mutuamente y cocinan entre risas y cotilleos como se hacía en las cocinas de la aldea de la que fueron expulsados y cuyo nombre ya no figura en los mapas. Las mujeres de Gaza cocinan para preservar la vida. Y la memoria.

 

Um Ibrahim nació en la localidad de Beit Tima al sur de Yafa, a sus más de 90 años mantiene vivos sus recuerdos de infancia y juventud y “le brillan los ojos cuando describe con detalle las verduras silvestres y las hermosas calabazas de su pueblo natal”. También recuerda con precisión lo que ocurrió en el otoño de 1948 cuando, tras buscar refugio en una aldea cercana porque las milicias sionistas llegaban a su pueblo, su familia decidió regresar días después a Beit Tima para recoger la cosecha de grano que tenían almacenada en la casa, “encontramos a muchos de nuestros vecinos muertos, con disparos en la frente y miembros amputados…”.  Um Ibrahim huyó con su familia y sus vecinos a Gaza. Vive en el campo de refugiados de Deir Al Belah. Nunca ha vuelto a ver su pueblo ni los paisajes de su infancia, pero conserva el legado de sabores y olores de aquella Palestina que fue y pervive en las recetas que aprendió de niña en Beit Tima. La que Um Ibrahim nos ofrece en este libro es la de “Bamia ua adas”, un guiso de lentejas y verdura típico no solo de esta región sino de toda Palestina.

 

Laila Al Haddad y Maggie Schmitt recorrieron las cocinas de Gaza en busca de recetas tradicionales, pero sobre todo de relatos, retazos de vida que las mujeres van desgranando en su charla mientras majan en el mortero un poco de comino, sésamo, albahaca y aceite o desgranan los rubíes de una granada. La mayoría de las personas que aparecen en este libro son mujeres, pero  también hay algún hombre, como Abdel Munin, que gestiona una pequeña finca de cultivo ecológico en Beit Hanun o Mohamed Ahmed, que antes del bloqueo solía exportar fruta a Europa y ahora, con sus árboles arrancados porque sus tierras quedaban cerca de la frontera, depende de la ayuda alimentaria de UNRWA. En Gaza la alimentación es tarea de mujeres cuando se realiza en casa, si es negocio es cosa sobre todo de hombres. Pero esto no ocurre solo en Gaza.

 

Uno de los grandes atractivos de este libro son las excelentes fotografías que acompañan cada una de las recetas, cada una de las historias, imágenes de los platos cocinados y de los rostros de quienes los muestran. Y es conmovedora la alegría de vivir que desprenden esos rostros.

 

Las cocinas de Gaza, editado con el esmero con el que Ediciones de Oriente y el Mediterráneo realiza siempre su trabajo, es un libro bellísimo. Una manera original e inteligente de mostrar el drama y la fortaleza de las gentes de Gaza.

 

Teresa Aranguren es periodista y escritora.

Artículo completo en infolibre

"Viajar por Gaza sin moverse de la cocina" por Rosa Meneses (El Mundo, 29 de diciembre de 2021)

 

 

 

Um Zuhair prepara un pastel de alholva y aceite de oliva mientras cuenta la historia de ‘Yamil y Buzaina’. El relato, que se remonta a los tiempos del califato omeya, narra el destino de dos amantes desgraciados. El poeta Yamil Ibn Maàmar, de la ciudad de Medina, se enamora de Buzaina, que pertenece a otra tribu. La familia de la joven se opone al matrimonio: no quiere que Buzaina se case con un poeta, para ellos sinónimo de libertino. Yamil, loco de amor, vaga por el desierto recitando sus versos. Sus tristes estrofas hacen llorar a las aves y las piedras. La leyenda de ‘Yamil y Buzaina’, junto con la de ‘Layla y Maynun’ -otro gran mito de la literatura árabe-, llegaron a Europa a través de la España andalusí y se cree que fueron fuente de inspiración de epopeyas como ‘Tristán e Isolda’ o ‘Romeo y Julieta’.

 

Pero estamos en una cocina. En una cocina de Gaza, concretamente. Y Um Zuhair está elaborando su postre. Tras preparar la masa, engrasa un molde con tahina y la extiende, coloca por encima almendras y piñones y pone el recipiente en el horno 45 minutos. Luego, sobre el pastel horneado, vierte almíbar frío y lo deja enfriar para cortarlo y servirlo. En ese trajinar en los fogones durante horas y horas, familiares y vecinos comparten un espacio de transmisión de cultura y conocimiento, de diálogo, de libertad, donde se recitan poemas, se cuentan historias, anécdotas…

 

Por eso, el arte de la cocina típica de Gaza es mucho más que gastronomía: es una travesía por la cultura y la sociedad de este rincón olvidado del mundo. Ese viaje puede hacerse a través del libro ‘Las cocinas de Gaza’, que acaba de publicar en España Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Es un periplo culinario por Palestina, con recetas que invitan a probar sus guisos especiados, el pescado relleno de hierbas, el falafel, los pasteles de nueces y sémola o su refrescante limonada con hierbabuena. Y es un mosaico de voces e historias, a la vez que un estudio de campo sobre la vida cotidiana de sus gentes bajo el férreo bloqueo impuesto por Israel desde 2007.

 

En la Antigüedad, por Gaza pasaban las caravanas de la Ruta de las Especias, con su trasiego de clavo, canela, nuez moscada o pimienta de Asia hacia el Mediterráneo. Hoy, Gaza -donde el 80% de la población es refugiada- se asocia a violencia y conflicto. «El libro pretende humanizar a la población de Gaza. Pretende compensar la representación sesgada que describe a los palestinos o como víctimas o como héroes o como agresores, una caricatura que no es lo que vive la gente, que no es la vida cotidiana, con sus momentos de alegría y pena. Queríamos un retrato a ras del suelo, con las vivencias cotidianas de las personas de Gaza, con sus situaciones terribles y su esfuerzo para llevar sus vidas con dignidad, para aportar alegría, belleza y significado», explica Maggie Schmitt, que junto con Laila El-Haddad es autora del libro.

 

«Los palestinos han sufrido la pérdida y el trauma durante el siglo pasado: la pérdida de tierra, de vidas y del hogar. Las aldeas de aquellos refugiados que se pusieron a salvo en Gaza fueron totalmente destruidas y su existencia, figurativa y literal, borrada de la faz de la tierra, de los mapas y los libros de historia», profundiza El-Haddad para este diario. «La comida es una de las maneras más importantes en las que han anclado su pérdida y han preservado y transmitido su memoria y herencia», continúa.

 

«Tomamos la comida como punto de partida para hablar de todo. Nos sitúa en realidades concretas, fuera de los grandes discursos ideológicos», prosigue Schmitt, en conversación con EL MUNDO. La comida como espacio de expresión y diálogo. «La cocina se sitúa en un papel seminal», precisa El-Haddad. «La cocina también es una forma de contar y, para quienes se toman el tiempo de escuchar, cuenta una historia curiosa que no se alinea con los Estados-Nación y transmite oralmente conocimientos fuera de lo oficial», reflexiona. Y es que, como dicen las autoras en el libro, «cuando se vive en Gaza, es un alivio que te pregunten sobre lentejas y no solo sobre política».

 

La cocina es un lugar privilegiado de transmisión familiar y vecinal de la historia, de intercambio y relación», considera Schmitt. «Hablamos de Palestina, cuya historia está en peligro inminente de extinción por el borrado de aldeas del mapa. Su memoria se perpetúa a través de la cocina: vemos que terceras y cuartas generaciones del exilio mantienen las recetas de sus aldeas, transmitidas por la familia, y que cuentan de dónde vienen. Y así saborean un pueblo que no existe desde hace 70 años», añade.

 

El recetario pone el foco en las mujeres, muchas veces mantenidas al margen del relato histórico y político. Aquí, las mujeres son el centro. No porque el libro transcurra entre ollas, sartenes y ‘zibdías’, los tradicionales cuencos de barro, sino porque retrata a las mujeres como principales transmisoras de la memoria y la historia. «Quisimos dar voz a las mujeres, que quedan fuera de la representación. Recopilar un riquísimo patrimonio culinario y hacer un acto de memoria histórica para intentar cambiar el discurso en torno a Gaza a través de la cotidianidad», destaca Schmitt.

 

«La cocina es un lugar especial donde los palestinos -y especialmente las mujeres- ejercen el control sobre algunos aspectos de sus vidas y elaboran y retienen su dignidad cuando Israel ha trabajado rutinariamente para despojarles de ella», considera El-Haddad.

 

Maestras de improvisar un plato adaptándose a lo que hay, en un contexto político y económico difícil, las autoras muestran en su trabajo cómo las mujeres hacen de las recetas transmitidas de generación en generación «un lugar de expresión y creatividad en femenino que se escapa a cualquier control».

 

Artículo completo en El Mundo, 29/12/2021

James Baldwin y el movimiento por los derechos civiles vigilados por el FBI

 

Anunciamos la salida de No soy vuestro negro, los textos de James Baldwin que dieron forma al extraordinario documental de Raoul Peck:

El libro que James Baldwin tenía planeado escribir cuando murió en 1987 versaba sobre tres defensores de la igualdad racial en Estados Unidos, asesinados entre 1963 y 1968: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King. Solo se conservaron apuntes sueltos, que dos décadas después fueron entregados por su hermana Gloria al cineasta Raoul Peck. Este acabó combinando el material de Baldwin —leído por la voz en off de Samuel L. Jackson— con grabaciones de conferencias y entrevistas radiofónicas y televisivas, así como con fotogramas y fotografías de diversa procedencia. El resultado fue un documental profundo y poético que subraya la relevancia de Baldwin en la época del Black Lives Matter. ¿Por qué hacer un libro del documental? Porque la amplia y compleja información que destila no es asimilable en una sola visualización; porque resultan muy esclarecedores los testimonios del propio Peck acerca de los cuatro años que duró el proceso de elaboración del film, así como los de Gloria Baldwin Karefa-Smart, quien explica por qué confió en Peck, y los de la montadora de tan singular pieza cinematográfica; y también, por el puro placer de leer textos inéditos de Baldwin contextualizados por un cineasta excepcional.

 

Durante los cuarenta y ocho años en que fue director del FBI, entre 1924 y 1972, fecha de su muerte, John Edgar Hoover acumuló un inmenso poder que utilizó para crear un verdadero Estado profundo al que todos, hasta los propios presidentes de Estados Unidos, temían. Utilizó ese poder para combatir todo lo que cuestionaba el orden racial blanco capitalista.

Su paranoia supremacista llegaba tan lejos que sometió a una estrecha vigilancia no solo a los líderes de los movimientos civiles sino también a escritores negros como James Baldwin. El director de cine Raoul Peck destacó alguno de los documentos del FBI que hacían referencia al escritor en su documental I Am Not Your Negro:

 

 

INFORME DEL FBI

MARZO DE 1966

MEMORANDO DEL FBI

 

Información relativa a James Arthur Baldwin

 

A la atención del subdirector del FBI Alan Rosen:

Los archivos revelan que Baldwin, un escritor negro, nació en la ciudad de Nueva York y ha vivido y viajado por Europa. Se ha hecho relativamente famoso gracias a sus escritos sobre las relaciones entre blancos y negros. Corren rumores de que Baldwin es homosexual y, al parecer, podría serlo.

La información recabada describe claramente al sujeto como un individuo peligroso del que cabe esperar actos hostiles a la defensa nacional y la seguridad pública de los Estados Unidos en situaciones de emergencia.

En consecuencia, se incorporará su nombre en el Índice de Seguridad.

 

[J. EDGAR HOOVER: A todos debería importarnos un único objetivo: la erradicación del crimen. La Oficina Federal de Investigaciones está tan cerca de usted como el teléfono que tenga más a mano. No busca sino protegerlo en todos los asuntos de su competencia. Está a su servicio.]

(Textos recogidos en No soy vuestro negro, la edición en castellano de I Am Not Your Negro)

Una de las páginas del voluminoso expediente del FBI sobre el escritor James Baldwin

 

Iñaki Urdanibia en KAOSENLARED

 

«La historia de los negros en América es la historia de América. No es una historia bonita»

 

Así, como reza el título, se titulaba el libro en el que trabajaba James Baldwin (Nueva York, 1924- Saint-Paul-de-Vence, Alpes marítimos, 1987) cuando la Parca le sorprendió, lo que supuso que el libro, que ya lo tenía apalabrado con su editor, quedase en estado de anotaciones, de borrador. Tal obra iba a basarse en tres luchadores de la igualdad racial en su país, que fueron asesinados entre 1963 y 1968: Medgar Evers, Malcom X y Martin Luther King. Los apuntes sueltos que dejó quien fuera portavoz ideológico de un importante sector de la intelectualidad negra y novelista de reconocido talento, fueron entregados por la hermana del escritor, Gloria Baldwin Karefa-Smart, al cineasta Raoul Peck, quien aprovechando dichos materiales y bastantes más, que recogían conferencias y entrevistas radiofónicas y televisivas, a lo que se han de añadir un número de fotografía variadas, realizó un documental, con la voz en off de Samuel L. Jackson, que resalta la figura del escritor. El resultado, con toda la información que contiene el documental, acaba de ser publicado por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo: «No soy vuestro negro» —una película de Raoul Peck a partir de textos de James Baldwin—. El libro resulta un significativo patchwork que da cumplida cuenta del trato que recibían, y reciben, los negros en el país de las barras y estrellas.

 

Tras unas sabrosas aclaraciones sobre su trabajo y el modo de realización de Raoul Peck y de la montadora de la pieza, Alexandra Strauss, entramos en una avalancha de palabras e imágenes del escritor, quien a su vez presta la palabra a diferentes testigos y protagonistas de la segregación que se da y sufrieron en los USA. El repaso en su brevedad es amplio y hondo ya que en él podemos leer las opiniones de Baldwin sobre los héroes norteamericanos, todos blancos, que han sido presentados como modelos en la pantalla y en los medios de comunicación, imágenes que han sido, en no pocas ocasiones, interiorizadas por los propios negros («viendo el mundo como lo ve John Wayne»), a pesar de que, por ejemplo, la matanza de indios fuera aplaudida, sin caer en la cuenta de que los indios eran en el presente los propios negros convertidos en sujetos de todas las sujeciones y maldades. Las imágenes u diálogos de diferentes películas asoman con fuerza ilustrativa dejando expuesta la situación: «es importante descubrir que el país donde has nacido, y al que le debes la vida y la identidad, no ha creado en todo su sistema de realidad ni un solo lugar para ti». Asistimos a diferentes debates y vemos en el uso de la palabra a Malcom X y a Martin Luther King, y conocemos los encuentros que Baldwin tuvo con ellos y también las circunstancias en que conoció el asesinato de ambos, y también el de Medgar Evers, luchador con quien el escritor mantenía una estrecha amistad, habiendo llegado a acompañarle en alguna campaña. Tampoco se nos hurta sus encuentros con Robert Kennedy, hermano del asesinado presidente y fiscal, y las posturas timoratas de este cuando, aun admitiendo el trato infame que los negros recibían, se conformaba con decir que las cosas iban a mejor… cuatrocientos años han pasado desde la llegada, forzada, de los negros al país, y todavía la situación es de una desigualdad brutal que se traduce en agresiones, prohibiciones, y segregaciones múltiples. El país no sabe qué hacer con su población negra, y la reduce a una manada de seres que no hacen más que bailar, reír y comer sandía; reduciendo su imagen a unos seres pasivos y mansos, que necesitan un blanco para guiar sus desbrujuladas vidas, cuando no se vende la imagen de un peligro potencial para la seguridad nacional (pueden ver el informe del FBI sobre Baldwin, fechado en 1966, en que se le señala como ser peligroso «del que cabe esperar actos hostiles a la defensa nacional y la seguridad pública de los Estados Unidos», por lo que se suma su Nombre al Índice de Seguridad).

 

James Baldwin desbroza el camino y va derribando algunas leyendas que se vierten sobre los negros: así el tamaño de sus órganos sexuales, a la vez que se les considera como seres carentes de atributos sexuales, y aquellos que como Sidney Poitier o Harry Belafonte son sex simbols, nadie se atreve a admitirlo; «a los negros se les ha robado todo en este país». Precisamente de estos dos se recogen sus palabras. El escritor también nos entrega un conjunto de disculpas de diferentes personalidades públicas, como Nixon o Trump, que hablan de los problemillas de la vida, que en los hechos resultan parole, parole, parole. Marca las diferencias entre los elogios, y cerrados aplausos, que recibe del uso de la fuerza si esta es practicada con las armas por israelíes, polacos o irlandeses, a los que se les considera como héroes, cambiando las tornas si algún negro dice lo mismo, al considerársele de inmediato como un criminal y escarmentándole por ello. No se priva de señalar la postura colaboracionista de los cristianos, señalando a su vez las dos iglesias existentes según el color de la piel. Denuncia igualmente las falacias del humanismo, de aplicación discriminatoria; señala los dos niveles de experiencia, encarnados por Gary Cooper y Doris Day, por una parte, y por Ray Charles por la otra. Y reivindica el derecho a estar amargado frente a quienes le acusan de ello, pues hay buenas razones para estarlo: «la primera de todas, esta ceguera o cobardía americana que nos permite fingir que en la vida no hay razones para amargarse», y confiesa sin ambages que no está dispuesto a cargar con esa historia de injusticia, en la que «Blanco es una metáfora del poder, una mera forma de describir el Chase Manhattan Bank».

 

Y un deseo, una esperanza de un futuro reconciliado: «Es algo terrible que un pueblo entero se rinda a la idea de que una novena parte de su población es inferior a él. Y hasta ese momento, hasta que llegue el momento en que, nosotros, los americanos, el pueblo americano, sea capaz de aceptar lo que yo tengo que aceptar, por ejemplo que mis ancestros son tanto blancos como negros, que en este continente que estamos intentando forjar una nueva identidad para la que nos necesitamos los unos a los otros, y que no soy un pupilo de América, no soy un objeto de caridad misionera, que soy una de las personas que construyó el país; hasta ese momento, apenas quedará esperanza alguna para el sueño americano, porque las personas a las que se les niega su participación en él, por su presencia misma, lo hundirán. Y si esto ocurre, será una hora muy grave para Occidente».

 

N.B.: El uso de la expresión “de color” para referirse a los negros, expresión que aparece en las páginas 37, 51 y 72 del libro, es un eufemismo edulcorado con pretensiones de no nombrar con claridad como si el hacerlo fuese brutal en exceso (términos que se emplean, consagrados por el uso y el abuso hasta en las siglas, véase la página 51)… lo que hace, por otra parte, que quienes no son negros no es que sean rostros pálidos, que decían los otros, sino incoloros, y la verdad…

artículo completo en KAOSENLARED

 

Gracias Iñaki, por tu interés en nuestro libro No soy vuestro negro.
Queremos, sin embargo, aclarar unos comentarios al final de tu artículo. Señalas tres páginas en las cuales se utiliza el término “de color” en vez de “negro” y lo achacas a que utilizamos “un eufemismo edulcorado con pretensiones de no nombrar con claridad como si hacerlo fuese brutal en exceso, etc…” Esto no es exacto. Una prueba es que lo has encontrado solo tres veces en un libro que dice “negro”, como en su propio título, infinidad de veces. Nos hemos ceñido exactamente al lenguaje de Baldwin. “Black” se empezó a utilizar en la época de los Black Panthers (a mediados de la década de 1960), no antes. Cuando Baldwin era pequeño esa palabra (p.37) ofendía a los propios norteamericanos negros que además de “colored” utilizaban “negro” (hoy término no solo en desuso, sino directamente despectivo). Lo mismo se aplica a la página 72 que se refiere a una película de 1934. Así que Baldwin utiliza la palabra que se utilizaba en la época en que ocurren las anécdotas. Por otra parte, bien se sabe que el lenguaje va cambiando y más en una comunidad que ha pasado de ser descrita por otros a autodefinirse. Ejemplo reciente: de Afroamerican se ha pasado a African American… y veremos por cuantos cambios más pasará. Hoy día “people of color” o “colored people”, se refiere a toda comunidad no blanca (o sea hispana, india, nativa, asiática…). Véase cualquier escrito de Angela Davis, Ishmael Reed, Debra Dickerson… En la página 51, que también señalas, solo dice una vez “negro”, nunca “de color”. En todo caso, agradecemos que nos hayas dado la oportunidad de aclarar esta cuestión, cosa que, con nota a pie de página, hemos aclarado ya en algún otro libro de esta colección.

 

 


 

El pasado día 29 de noviembre, coincidiendo con el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino instituido por la ONU en 1977, en el marco de la Semana de Palestina organizada por Casa Árabe de Madrid, tuvo lugar la Presentación de «Las cocinas de Gaza. Un viaje culinario por Palestina», con la participación de Raquel Martí, directora de UNRWA en España, Sylvia Ourdia Oussedik, directora de la colección Sabores del Oriente y del Mediterráneo, y las autoras Maggie Schmitt y Layla El-Haddad (esta última por videoconferencia desde Washington), todas ellas presentadas, en nombre de casa Árabe, por Karim Hauser.
LAS COCINAS DE GAZA es mucho más que un libro de cocina, es también una aproximación a los habitantes de la Franja de Gaza, a su sociedad, a sus dificultades, a su lucha por la supervivencia y a su cultura. Añadimos a continuación un texto extraído del libro y el enlace al vídeo de la Presentación en Casa Árabe.

 

NA’EMA Y LA REVOLUCIÓN DE LAS HUERTAS DE LOS PATIOS

La nueva oleada de aficionados a hacer queso artesano y hortelanos de balcón y azotea quizá se sorprenderían si descubrieran hasta que punto coinciden con la población de Gaza.

Por toda Gaza, las familias están resucitando los viejos métodos de cultivo, de cocina y de conservación de la comida para sobrevivir a las restricciones impuestas por el asedio y los constantes cortes de luz. Enfrentados a un paro masivo como consecuencia del cierre de las fronteras y de la aniquilación del tejido productivo, los gazatíes se han volcado en masa en la agricultura a pequeña escala: en parcelas de tierra, si tienen acceso a ellas; en las azoteas y los balcones, si no tienen tierra.

Palomares y jaulas de conejos florecen en las azoteas de la ciudad. Los cortes de electricidad hacen que la refrigeración no esté asegurada, lo que conduce a un redescubrimiento de las viejas técnicas de conservación: proliferan los encurtidos y las compotas, y se pueden ver rejillas de secado en muchos patios traseros. Como a veces no se puede usar el gas para los hornos y los fuegos, muchas cocineras preguntan a sus abuelas cómo se encienden los hornos de arcilla, que se habían dejado de lado durante una generación.
Esta obligada autosuficiencia no se hace notar únicamente entre la gente corriente que trata de salir adelante; incluso el gobierno está respondiendo con planes estratégicos para reciclar a gran escala las aguas residuales y para promocionar una agricultura autóctona aprovechando las aguas pluviales.

No es una idea nueva. Durante la Primera Intifada, en la década de 1980, la palabra clave de la política y la vida cotidiana palestina era sumud, tenacidad. En la estela de la swadeshi de Gandhi, era un impulso político coordinado, asumido con entusiasmo por las organizaciones de base, para alcanzar la autosuficiencia y dar pasos hacia la independencia económica, social y psicológica de Israel.

Israel en aquel momento respondió incentivando los cultivos para la exportación y reclutando masivamente trabajadores para la agricultura israelí, con el resultado de que muchos de ellos abandonaran sus pequeñas explotaciones en Gaza a cambio de un trabajo asalariado mejor remunerado.

Una generación más tarde, con las fronteras cerradas, los jóvenes vuelven a cultivar la tierra como último recurso, recurriendo para ello al conocimiento agrícola de sus mayores.


 

 

Las cocinas de Gaza ha sido también objeto de atención de la emisión en árabe

de Radio Exterior de España. Podéis seguir aquí la emisión.

Y del programa Uhintifada de hala bedi. Podéis seguir aquí la emisión.

 

lunes, 4 de octubre de 2021

martes, 31 de agosto de 2021

Matsuo Bashō: A la luz del relámpago

 NOVEDAD FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2021

 

Matsuo Bashō

Presentación de Clara Janés. Traducción del japonés de Jenaro Talens y Kayoko Takagi.

Fotografías de Adriana Veyrat. Caligrafías de Eiko Kishi.


 

 

Los 99 haikus reunidos en este libro han sido seleccionados por Jenaro Talens y traducidos por él mismo en colaboración con Kayoko Takagi y cuentan con un documentado Preliminar de la académica Clara Janés, además de las caligrafías de Eiko Kishi y la serie fotográfica titulada «Bambúes insomnes», de Adriana Veyrat. Una escenografía idónea para visualizar la atmósfera natural de los haikus.

  

Matsuo Bashō nació en Ueno, provincia de Igo, en 1644, cuarto hijo, tras dos hermanos y una hermana, y le siguieron tres hermanas más. Su padre. Yozeamon, samurai al servicio de los Todo, se ganaba la vida enseñando a escribir a los niños del vecindario. Con nueve años, en 1653, entró a su vez de paje al servicio de los Todo, teniendo como compañero de estudios al joven heredero Yoshitada, dos años mayor. Su primer poema lo publicó a los veinte años y su primera antología se presentó en 1671 en el templo de su ciudad natal. Se trataba de una colección de haikus reunidos de dos en dos, relacionados entre sí y comentados por él mismo. Ya en Edo (Tokio), en 1675 llegó desde Osaka el maestro Sōin y Bashō fue de los poetas invitados a escribir versos encadenados en su honor. En 1680 un admirador le construyó una casa en Fukagawa y un joven le regaló un bananero (bashō). El poeta se familiarizó tanto con el árbol que acabó adoptando ese nombre como propio. Viajero impenitente, su obra va asociada a sus continuos cambios de lugar. No regresó a Edo hasta 1691 y tres años más tarde partiría de nuevo. Cerca de Osaka se vio afectado por un ataque de disentería que acabó con su vida el 12 de octubre de 1694, a los cincuenta años de edad.

 


 

 

 

Cuán admirable

no pensar: “todo huye”

viendo un relámpago

 

 

uno de enero

pienso en la soledad

tardes de otoño

 

 

con cada soplo

se desplaza en el sauce

la mariposa

 

 

mamá y papá

siempre pensando en ellos

un faisán canta

 

 

 

Ficha técnica:

Autor: Matsuo Bashō

Edición de Jenaro Talens y Kayoko Takagi

Preliminar: Clara Janés

Caligrafías: Eiko Kishi

Fotografías: Adriana Veyrat

ISBN 978-84-121662-7-9

Nº páginas: 224

Año edición 2021

PVP 15,00 €

 


 

 

 

 

sábado, 19 de junio de 2021

 


Soloúp
, seudónimo de Andonis Nicolópulos, nació en Atenas en 1966. Es dibujante y creador de cómics. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Pantos de Atenas y se doctoró en Tectología de la Cultura y Comunicación por la Universidad del Egeo. Comenzó a publicar cómics en la mítica revista Babel en 1989. Con sus caricaturas, cómics, viñetas, ilustraciones y fotomontajes ha sido colaborador en numerosas publicaciones periódicas… Hasta la actualidad, ha publicado catorce álbumes con caricaturas, cómics humorísticos y dos novelas gráficas, Aivalí (2014) y Ο Συλλέκτης [El Coleccionista] (2018). Con Aivalí, su primera novela gráfica, obtuvo el premio al mejor cómic y al mejor guion de 2015 en Comicdom Con Athens. Ha sido traducida al francés, al turco, al inglés y al español. Aivalí trata de la violenta expatriación de poblaciones griegas y turcas que tuvo lugar como consecuencia de la guerra greco-turca en Asia Menor entre 1919 y 1922. www.soloup.net

 



lunes, 3 de mayo de 2021

 NOVEDAD PRIMAVERA 2021



Un viaje de un día desde Mitilene a Aivalí. Y allí, entre dos orillas, en medio del mar, un viaje por el tiempo. Por la Historia ensangrentada. Por lo que divide a las personas de este pequeño estrecho. Por lo que une a todos los pueblos de la tierra.

El Desastre de Asia Menor. Desarraigo. Patrias perdidas. Tratado de Lausana. El primer intercambio de población a gran escala en la historia contemporánea. Cientos de tragedias, incontables historias de personas perseguidas. La mayoría de estas historias, desconocidas. Otras en cambio, las que los refugiados contaron a sus hijos y a sus nietos, se desdibujan poco a poco. Se hunden en el olvido, se pierden. Muy pocas historias llegaron a llevarse al papel. Muy pocas se salvaron, para erigir la memoria ante los errores humanos que, cuando se olvidan, se repiten.

Allí, en las fronteras marítimas, en el estrecho paso entre la isla de Lesbos y las costas de Asia Menor, se despliegan cuatro de estas historias. Cuatro personas de Aivalí nos narran. Tres griegos y un turco: Fotis Cóndoglu, Ilías Venesis, Agapi Venesi-Moliviati y Ahmet Yorulmaz.


Y cuando vuelves a pisar esta tierra, el presente procura arreglar cuentas

con el pasado. El viaje no ha concluido.



Ficha técnica

Autor del texto y las ilustraciones: Soloúp

Título: Aivalí: Una ciudad grecoturca en 1922

Presentación: Bruce Clark

Traducido del griego por Marta Gámez y María López Villalba

ISBN: 978-84-121662-5-5 - Nº de págs. 432

PVP: 27 €